In memoriam. A Felisa Fontaniella Cerezo
Abrí la ventana. Amortiguadas por el caer de aguanieve y el soplar del viento me llegaron las campanadas del reloj de la basílica de Cangas marcando las nueve de la mañana. Era el miércoles 18 de enero de 2023.
Sonó el móvil.
Me extraño. A esas horas no solemos recibir llamadas salvo acontecimientos imprevistos. La experiencia me decía que generalmente no solían traer buenas noticas –
-Si. ¡Dígame!
– Pasaron unos segundos… ¿siii?
-¿Mera? Soy Marichu, que se ha muerto María Felisa
Un silencio profundo se hizo a ambos lados
-¿Quéee? ¿Cómo que se ha muerto?
La voz de Marichu se rompió y siguió entre sollozos: Que sí, que es verdad, esta noche, dicen que la estalló la aorta.
No pudo seguir. Ya hablamos atinó a susurrar antes de colgar.
Tardé en reaccionar. No acertaba a asimilar la noticia en toda su dimensión- ¿Felisa?.. pero…si ayer estaba…
Empecé a cavilar cómo decírselo a Maribel. Paseé un rato por el pasillo, entré en la habitación y se lo solté sin más. Tardó en reaccionar; incrédula se preguntaba una y otra vez el cómo y el porqué, algo que nunca encuentra explicación en estos casos.
A medida que avanzaba la mañana la noticia iba expandiéndose entre la incredulidad y el pesar de los cangueses. En el mundo de la educación fue un mazazo dentro y fuera del concejo. La realidad impuso su crudeza y dolor abriéndose paso entre el agua, el frío y el nevar del día.
¿Y don Paco? ¿Cómo iba a encajar el golpe don Paco? nos preguntábamos todos. Me vino a la mente la literaria imagen del cubo y la cuerda tantas veces citada en otros tiempos cuando el agua se extraía de los pozos. Y es que si aparecía Felisa, allí estaba Paco; y si pasaba Paco, allí estaba Felisa. Difícil, muy difícil ver al uno sin el otro o no encontrarte con ellos.
Los conocimos hace cincuenta años, cuando llegamos a estas tierras. Intimamos rápidamente. Bueno, aclararé que ellos han intimado siempre con todos con cuantos han tenido relación, que son muchos. Nos unió también el trabajo que durante muchos, muchos años, desarrollamos en el colegio Maestro Casanova, especialmente en aquel Belén Viviente al que nos entregamos con verdadero entusiasmo y al que dedicamos muchas horas. Aún me llega clara y nítida su voz en aquellos fríos anocheceres de diciembre en el Prao del Molín, cercana ya la Navidad:
“Niños de Cangas que hoy/ vais a adorar al Dios niño/ unid todas vuestras manos/ alzadlas al infinitivo…”
María Felisa Fontaniella Cerezo, doña Felisa, como la conocían en Cangas, nos dejaba a los 74 años de edad. Le llegó el momento precipitadamente, cuando se adentraba la noche, y tras haber llegado contenta a casa porque esa tarde habían acudido muchas marroquíes a su clase de castellano. Llegó galopando la muerte sin que se pudiese hacer nada.
Procedente de una familia de maestros, su abuelo y su madre lo fueron, Felisa se licenció en Oviedo. Al volver, comenzó como maestra en la escuela de Adralés y, después, fue profesora del Instituto. Finalmente, trabajó en el colegio Maestro Casanova, en la villa, primero como maestra y luego como directora desde 1.983 a 2008 en que se jubiló. No obstante siguió enseñando dedicando gran parte de su tiempo a enseñar español a familias inmigrantes y apoyar los estudios de menores de familias necesitadas, así como a colaborar con los Servicios Sociales Municipales y la parroquia en múltiples facetas. Ayer la enterramos.
Fue una mujer buena y una buena mujer podría ser el epitafio a estas líneas de homenaje y recuerdo. María Felisa, descansa en paz. Siempre te tendremos presente