Paseo entre viñedos otoñales cangueses en su eterno reciclar
Mediaba la mañana. El sol, tibio y acariciador, llenaba de luz el espacio. Julio avanzaba despacio, con andar pausado y, en algunos momentos, titubeantes. No obstante Paseo del Vino adelante había alcanzado ya La Himera. Elevó la vista ladera arriba.
Desde el verde del primer plano avanza el otoño con rotundo empuje hacia el invierno. En suave pendiente, ocres y marrones se abren, entremezclan y confunden, ante el ojo del curioso observador.
Han quedado las cepas desnudas de frutos y de verdes escondiendo sabiamente en sus leñosos troncos la semilla y savia de nuevas primaveras de promesas verdes y veranos de sazón.
Inician las viñas canguesas sus sueños invernales mientras sus frutos abren sabores en la oscuridad y templanza de las bodegas.
Son cortos los días y largas las noches. Noches de insomnio y radio, Noches de entretejer sueños con música y curiosidades. Amaneceres de vigilias largas y somnolencias cortas.
-En cuanto me jubile dormiré un montón de horas diarias, no levantaré nunca temprano, se decía Luis meses antes de llega a tal momento.
Ahora sonreía al recordarlo. No había durado mucho tal afán. Apenas una quincena. Volvió a levantarse temprano. No tanto como cuando iba a la mina; hacia a las ocho en invierno y una media hora antes en verano.
Por otra parte, le daba rabia que le entrase sueño tan temprano. A veces incluso cabeceaba cuando ya terminaba el telediario de las nueve. ¡Él que había sido un trasnochador empedernido. A veces su mujer tenía que despertarle. Se quedaba dormido en el sofá apenas pasadas las once de la noche. Dejaba la mayoría de las películas a medias. Menos mal que con las nuevas tecnologías (que había aprendido a manejar de la mano de su nieto) podía volver al día siguiente sobre ellas y así conocer los finales
Notó el calorcillo de sol en la espalda. Subió por Las Barzaniellas hacia la bodega dejando que su vista se recrease en los viñedos envueltos en sus coloridas mantas otoñales
Acumulaban vida en sus raíces los añosos troncos aguardando futuras primaveras. Y se abriría camino el verano sazonando el calor sus frutos ubérrimos. Y de nuevo la vendimia… y las bodegas…y los nuevos vinos…y otra vez los marrones del otoño
Es el ciclo eterno de la Naturaleza en su anual renovación, en su eterno tejer y destejer. Tan solo los animales, una vez terminado su ciclo, no encuentran nunca el reinicio de otra vida. Y entre ellos estamos nosotros
-¡Buenos días Julio!
Luis Carlos le saludó cariñoso desde el coche. Se dirigía a la villa a iniciar su jornada laboral. Le devolvió el saludo con la mano y una amplia sonrisa al tiempo que, girando, emprendió el camino de vuelta.