Quizás en Asturias, y especialmente en el Suroccidente, nos haga falta un Luis Landero para despertar conciencias
Ahora, cuando cercanas la elecciones se desatan fiebres intervencionistas y de acercamiento a la realidad ciudadana de unos y otros políticos, es más necesario que nunca el oír voces acreditadas, voces rotundas y con conocimientos que llamen a las cosas por su nombre, fuera del palabrerío oficial y el leguaje huero y afectado, sin dignificados, del progresismo rampante que nos apabulla. Y los autores, los periodistas más notables, los escritores e intelectuales más significados, son los más indicados para ello, aunque no los únicos
Y me salta este pensamiento cuando leo que a mi paisano, el escritor extremeño Luís Landero, le han concedido el Premio Nacional de Literatura. Déjenme sentirme orgulloso.
Y déjenme que reivindique su lenguaje claro y directo, sus palabras de arraigo en el más puro castellano, sus claras definiciones fuera de afectaciones, cesiones y silencios cómplices.
Cuan necesitada está Asturias en general, y el Suroccidente en particular, de un Landero que los despierte de su letargo, que llame a sus conciencias, que azote a los políticos que, elecciones tras elecciones, engañan a unos y otros; y mienten y, como consecuencia, nos conducen al desierto demográfico y la ruina económica.
Y permítanme que me traslade al teatro romano de la ciudad de Mérida el día 8 de septiembre de este mismo año al acto institucional de Día de Extremadura en el que se entregaban las medallas de la comunidad a las personas, asociaciones e instituciones, que hayan destacado en su trayectoria, entre ellos Landero.
En un acto, que al igual que paralelamente se desarrollaba en Asturias en el mismo día, destacan los halagos, la pompa y las autocomplacencias, el novelista extremeño se salió del guión y utilizó su intervención, su derecho a la palabra, no para añadir glosas y azúcar a un acto ya de por sí azucarado, sino para señalar las miserias de unos dirigentes incapaces de gestionar un tren en condiciones. Me bastó el cambiar “tren” por “carreteras”, para situar el hecho en Asturias, en Covadonga o en Cangas del Narcea. Seguro que a ustedes les ocurre lo mismo
Y dijo Landero. “Es una burla, una más entre tantas que hemos sufrido en nuestra historia “señaló refiriéndose al tren, para seguidamente añadir: “Cuantos políticos y mandamases les corresponda en este desafuero y esta afrenta a los que les digo: queridos políticos iréis de cabeza al infierno, pero no por bebedores o puteros, codiciosos, o serviles y cobardes o descreídos. No, eso Dios lo perdona, iréis al infierno por no haber traído a Extremadura el tren que se merece… para rematar: En confianza os digo: sois unos canallas”.
Landero fue pertinente y hasta generoso con quienes pretendían agasajarlo. Él respondió primero al pueblo. Fue valiente y acertado como hace mucho no lo era un escritor.
O quizás nos haya mostrado el camino a los que disponiendo de los medios para hacerlo, como quien les habla, preferimos el silencio cómplice en aras de nuestro bienestar, comodidad y tranquilidad en el día a día.