Tres cangueses camino del Ferral y el enchufe de José
Alfredo Fernández con su señora
Como ya ocurrió en otras ocasiones, Alfredo Fernández González escribió hace unas fechas un simpático y descriptivo relato de aquellos “tiempos de la mili”; relato que, con su permiso, reproducimos aquí para todos ustedes
Doce así:
Tal día como hoy 21 de septiembre de 1967, partíamos en el ALSA de las 7 de la mañana desde Cangas del Narcea, tres chavales para cumplir nuestras obligaciones con la Patria como se decía entonces. Éramos Pin Marina, un chaval de un pueblo de Sierra del que solamente recuerdo su nombre José, y quien esto escribe. José y yo íbamos destinados al Ferral del Bernesga (León) mientras que Pin iba un poco más lejos. Su destino era Melilla.
He de decir que el tal José nada más vernos en el Paseo me preguntó si iba para el Ferral. Al contestarle que sí me preguntó si podría ir conmigo porque él nunca había salido fuera de casa. Tras decirle que no había inconveniente os puedo decir que no se separó de mí hasta que llegamos al día siguiente al campamento.
Ese día solamente era para presentarte en la Caja de Reclutas en Rubín y completar algunas diligencias por porte de las autoridades militares.
Al día siguiente debías presentarte allí para darte el petate y el primer chusco de pan y por la tarde estar en la estación de RENFE, a las cuatro de la tarde, para subir al “Tren 5501 procedente de Gijón con destino León”, donde una camioneta con bancos de madera en la caja nos recogió ya entrada la noche para llevarnos al campamento.
Como no era cuestión de volver a Cangas y al día siguiente madrugar otra vez para presentarte allí, hubimos de buscar una pensión, que encontramos después de numerosas pesquisas y de “pasear el petate” por medio Oviedo que se encontraba celebrando a su Patrón San Mateo, junto a la estación ALSA, en la calle Llano Ponte, zona que en aquellos tiempos era poco recomendada para las personas serias, dada la gran cantidad de locales con luces de colorines que había.
La foto que ilustra el comentario no corresponde a los viajeros cangueses. Allí me encontré con un chaval de la Güeria de Carrocera al que conocía y el otro era un amigo de él. Nosotros tres no tuvimos la buena idea de inmortalizar el acto en una foto.
Debo decir que al tal José le encontré un buen enchufe en el Ferral pues había allí un Cabo 1º ya entrado en años, porque había pedido prórroga por estudios, que era de Villablino, y que al enterarse que yo venía de Cangas, zona que él conocía por la proximidad entre las dos localidades, me preguntó si conocía tres o cuatro “personajes” de los cuales no voy a facilitar el nombre porque alguno ya no vive. Como le contesté de entrada que intuía que no le gustaba el vino le hizo gracia y a partir de ahí tuve algún privilegio con él. Entonces le comenté que había otro de Cangas que era un poco corto porque nunca había salido de casa y que si podía echarle una mano. Y vaya si se la echó. Desde aquel día no volvió a coger la escoba. Cuando fuimos destinados a los cuarteles tras la fase de instrucción le perdí la pista y ya nunca volví a saber de él.