Un tonto inclusivo, empoderado y conciliado, al menos, en cada pueblo

Un tonto inclusivo, empoderado y conciliado, al menos, en cada pueblo

A lo largo de los tiempos, la Historia ha venido a demostrarnos que no hay pueblo que se precie que no tenga su tonto oficial. Y me refiero aquí al tonto entrañable, a nuestro tonto, aquel del que podemos reírnos nosotros pero que saltamos como tigres a defenderlo cuando quiere hacerlo algún foráneo. A ese tonto entrañable y bendito de Dios no me refiero. Yo quiero hablarles del tonto del haba, del tonto que no sabe que lo es, del tonto que, carpeta bajo el brazo, pasea diariamente en un ir venir sin ton ni son ni son sin ton todas las calles de la villa, ya ésta ya otra, dispuesto al abordaje ilustrativo de cualquier despistado que se le cruce. O de su primo hermano, el que hace lo mismo, pero sin carpeta, y camina con pretendido paso militar, atareado, moviendo los brazos al unísono  hacia adelante y hacia atrás dejando en evidente ridículo su pretendida marcialidad patriótica. Al imbécil de andar por casa, al tonto del culo. Claro que tienen derecho a existir y, además, quedan muy bien en determinados momentos y lugares. Incluso se le puede exhibir como un reclamo publicitario. Y es que un tonto de éstos, situado en el lugar adecuado, tiende a superarse y a creerse un Einstein, un Churchill, un Demóstenes, o un Millán Astray. O como mínimo, un conseguidor de prebendas y contactos a los más altos niveles, Y es que un tonto de éstos, bien utilizado, viene a completar la armonía social de un pueblo. Incluso sirven de referencia. Ciertos ambientes, como los políticamente correctos, le son más que favorables y sirven de pararrayos para los que son un pelín menos tontos que ellos. Los que lo atisban pero aún no son conscientes.

Y si encima presumen de autóctonos, de ocho apellidos del lugar, de descender de la mismísima bragueta de Don Piñolo ( o el héroe de cada lugar) y de poseer un ADN distinto, especial y definitorio, amén de los amenes. Ellos serán en su demencial paranoia, los que repartan certificados democráticos, de ciudadanía o de licencias de hacer, hablar, o escribir.

Si éstos tontos de pata negra desaparecen sería una catástrofe. Hay pues que conservarlos como al oso o al urogallo y debemos sentirnos orgullosos de ellos, son como patrimonio general de la sociedad, una seña de identidad de cada pueblo, villa o comarca.

Pero no se alarmen, la especie no está en peligro de extinción, Por el contrario se están multiplicando, debido especialmente a la estupidez  institucional, lo políticamente correcto, las inmersiones, las miradas de esto o aquello, la invocación inclusiva, la conciliación de cosas, coses y cosos, Matemáticas con perspectiva de género,  Física con empoderamiento y cuantas adecuaciones a los nuevos criterios de  la tontuna y el postureo pueda usted agregar, amigo. Y no nos olvidemos del clásico patriotero dispuesto a salvarnos a todos al paso de la cruz y la espada

Ya sé que no es políticamente correcto el habla de todo esto, pero ya ven, es verano y me lo pedía el cuerpo

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R. Mera