Desde el ayer al hoy en la esperanza del mañana: Muchísimas gracias
“De bien nacidos es ser agradecidos” reza el viejo refrán español. Y yo quiero cumplirlo hoy previa disculpas a todos ustedes, a todos vosotros, por mi tardanza en ello. Y es que al final va a tener razón aquel cangués, saxofonista él y asiduo contertulio en la Sastrería de Amador, que una vez jubilado de trabajo y afición, juraba y perjuraba que no tenía tiempo para nada. Vividolo yo he, en mis propias carnes, en expresión del castellano antiguo,
El pasado día 24 cumplí los setenta y seis por lo que, alcanzada ya con creces la mayaría de edad, aunque quizás aún no la del entendimiento, he de agradeceros a todos vuestras felicitaciones y buenos deseos que me llegaron desde muy distintos lugares y por muy diversos caminos.
Cumplido me hallo y agradecido de ello estoy mas, no por ello, dejo de empezar a notar las forzadas ausencias en las largas listas de nombres que firman cada una de las felicitaciones y peticiones de buenos deseos o, y esto también me place, que siga escribiendo,
Y es el propio hecho que motiva las felicitaciones el que determina estas ausencias. Lo que ha venido nombrándose desde siempre como “ley de vida”. Muchos de aquellos que iniciaron conmigo la andadura de la existencia, e incluso muchos también de los que posteriormente a la misma vinieron añadiéndose, han ido dejándonos signados por sea lo que sea lo que determina el inicio y final de nuestra misma existencia, y sobre lo que no tenemos ni influencias, ni autoridad o decisión alguna. Lo que algunos definen como “predestinación” y a lo que, háganos lo que hagamos, no podemos sustraernos.
Y es cada vez más amplio el abanico de las ausencias, como lo ha sido el de mi vivir. Me faltan ya muchas firmas de aquellos de mi niñez que siempre me llamaron Lutrera y que se han ido marchando definitivamente desde muy diversos lugares lejos de la Plaza y de las calles que tantas veces recorrimos jugando. Y de los que luego me llamaron Pepe en mi añorada Berzocana. Y de aquellos otros de Navalmoral, como Pepe Criado, con los que compartí los inicios y primeros años de mi mocedad, la tuna y los primeros y buscados trasnocheos de fin de semana viendo amanecer, tocando, en la estación del tren.
O los de Madrid, con quienes compartí vivencias allá en Sandi-Hogares, cerca de Vallecas, o en la pensión de la Glorieta de Bilbao. O de todos aquellos cangueses que se han ido marchando en silencio, con discreción, sin tan siquiera avisarnos, como Potolo en estas últimas fechas O de esos otros tan cercanos en el ser y el sentimiento, que están pero no están, porque algo ha cerrado las puertas del conocimiento o de la memoria, o de ambas.
Perdónenme las nostalgias y emociones, propias el alguien que mira ya más hacia atrás que hacia adelante, pero acéptenme mi gran agradecimiento por sus felicitaciones y buenos deseos. Os espero, al menos, el próximo año.
Muchas gracias. ¡Muchísimas gracias!