¿Tomamos un café?
El café ha sido, y es, el mejor elemento socializador de todos los tiempos
No ha muchos días leía yo un artículo del sevillano Antonio Burgos en el que señalaba el olor especial a café que durante muchos años invadía Sevilla y que aún sigue perdurando en la memoria colectiva.
Ello me presentó la idea general de “el café” en las mañanas de ciudades y villas. Y no me refiero tan solo al de los funcionarios de una u otra administración, sino al general, al de “¿qué?, ¿tomamos un café?
Con todas las salvedades que el lector quiera oponer estoy convencido de que el café ha sido el elemento más determinante en la socialización de muchos pueblos tomada la expresión en su más amplio sentido. Incluso ha llegado a ser, y sigue siéndolo en algunos casos, la excusa perfecta para que algunas mujeres se decidan a entrar en el bar sin compañía masculina.
Y si tenemos en cuenta que allá a mediados del siglo XIX, por estos lares el café era cosa de señores y en las aldeas prácticamente desconocido, más aún destaca su influencia en el cotidiano alternar de unos y otros.
Pero, permítame el lector otra diferenciación. No es lo mismo el café mañanero que el vespertino. El primero es eminentemente femenino, distendido y un tanto ruidoso. Las mesas quedan escoltadas por bolsas y carritos de la compra que esperan el final de la tertulia. Es el momento de pasar revista a los últimos acontecimientos sociales acaecidos en el día anterior o las novedades más cercanas habidas en el barrio capitalino en el que se produce o en la villa de referencia.
-Arrímate aquí un poco, que tengo que contarte; ¿no te has enterado que…
-¡Ay no hija, nada de nada!; si yo no salgo casi de casa ni me entero de nada
-Pues verás, resulta que la Juani, la que estaba casada con Luis que, ya sabes, se separaron de mala manera, pues…
Y así se inician cada día las tertulias. Es raro que se hable de política, acontecimientos sociales, económicos o ganaderos; lo más allá que va el análisis es hasta el `Sálvame´ de Telecinco o algo similar en la misma cadena. Hechas sean todas las salvedades al uso
Pero no crean que ellos se quedan atrás. Ni mucho menos Sin carros ni bolsas alrededor, los inicios suelen ser los mismos, pero pronto el fútbol, los coches, los hijos de p… de los políticos y el desastre de alcalde que tenemos pasan a primer plano.
-¿Tomamos un café? Yo de buena gana, pero tengo muchísima prisa… bueno rápido eh…
Tiempo después la mujer se levanta despavorida:
-¡Las doce!; ¡son las doce y se me ha olvidado poner los garbanzos! ¡El mi Paco me mata!
El vespertino tiene otro ritmo. Es más pausado. No hay bolsas aguardando y predominan las mesas de hombres sobre la de mujeres, aunque éstas suelen ser más amplias en su composición. Algunas suelen terminar en partidas, pero la afición al juego ha evolucionado con los tiempos, las costumbres y la distribución de los locales hasta quedar convertido en algo residual.
Son las cosas del café. Por cierto, ¿vienen a tomar un café?, aún nos da tiempo.