La sublevación del 16 de julio de los feligreses de Ambasaguas

La sublevación del 16 de julio de los feligreses de Ambasaguas
Hasta finales del siglo XIX, el territorio que hoy ocupa la villa de Cangas del Narcea se repartía en tres parroquias: la parroquia de Santa María de Ambasaguas o Entrambasaguas, la de Santa María Magdalena de Cangas y la de Santa Marina de Obanca a la que pertenecía El Fuejo.

La primera era la más antigua, y era la sucesora de la antigua parroquia de San Tiso de Cangas que en el siglo XVII se trasladó a Ambasaguas; estaba formada por los barrios de Ambasaguas, El Cascarín y El Corral, y los pueblos de Llamas y Curriellos. Todos los vecinos de estos lugares iban a los oficios religiosos de la iglesia de Ambasaguas, y se enterraban en el cementerio que había en este barrio.

En 1.884 es nombrado obispo de la Diócesis de Oviedo fray Ramón Martínez Vigil que fue un prelado muy reformador, algo que afectó especialmente al concejo cangues ya que trajo consigo una parroquia nueva: la de Larón, que se separa de la de Vega de Rengos, y la supresión de la de Ambasaguas, que se une a la de la villa de Cangas.

La desaparición de la parroquia de Ambasaguas no fue bien recibida por sus feligreses. La noticia la dio el párroco durante una misa y causó “la mayor tristeza” y, escribe el cronista de la época: “no faltaron lágrimas, sollozos y suspiros”. Los vecinos de la parroquia intentaron evitar su desaparición y escribieron en enero de 1.892 una instancia al Obispo solicitándole que diera marcha atrás, algo que nunca se produjo.

Con la integración de Ambasaguas en la parroquia de Santa María Magdalena aquella pierde su nombre original y pasa a denominarse Capilla del Carmen. A partir de ese momento, las relaciones entre los parroquianos de uno y otro lugar pasaron a ser “tirantes” e incluso “tensas”. Todo ello vino a representarse en las fiestas de 1.894.

El cura convocó al alcalde y particulares influyentes para rogarles que hiciesen lo posible para suprimir la fiesta profana y retrasar la religiosa

La Comisión de Festejos de Ambasaguas venía denunciando “los tejemanejes” del párroco cangués para que la fiesta no se celebrase, acentuándose aún más en este año los que venía ejerciendo ya desde 1.892. Incluso denuncian que el día 14 el cura convocó al alcalde, que lo era a la sazón José Pallarés Nomdedeu, y varios particulares influyentes para rogarles que pusiesen en juego todos los medios necesarios para suprimir la fiesta profana y retrasar la religiosa puesto que, contaban las cartas remitidas al “Correo de Asturias”, “habiendo atacado la filoxera a las viñas no era ésta ocasión de regocijo”. Peregrino razonamiento pero que entonces debía de tener su fuerza

Se nombró una comisión para que negociase con la de Festejos sin conseguirse nada puesto que ésta consideró las razones del párroco “fuera de toda razón y justicia”.

Y así las cosas se llega al día 16 de julio de 1.894. Los feligreses de Ambasaguas tenían ya la mosca tras la oreja puesto que, como era tradicional e inveterada costumbre, en esta ocasión no se tocó a vísperas ni en la iglesia de Ambasaguas ni en la Colegiata canguesa. Algo gordo se estaba cociendo rumoreaban los feligreses

-Toi mu mosquea Xuan, toi. ¿No te has fijao que va empezar la misa ya no están ni el párroco de Cangas ni el coadjutor como han feito siempre?

-Cagoentoloquesemenea, Antón. Ese cabrón nos la esta xugando

Los ánimos se caldeaban a medida que pasaba el tiempo

De este tenor era las conversaciones que corrían de banco a banco y entre los feligreses que, por no tener sitio en el templo, intentaban seguir la misa en la explanada ante la iglesia o incluso sentados en los pretiles del río. Los ánimos se caldeaban a medida que pasaba el tiempo, se comentaba todo lo sucedido los días anteriores, las idas y venidas de la comisión y, especialmente, la cabezonería del cura de Cangas.

Y en éstas las campanas de Ambasaguas comenzaron alegre repique. Salía la procesión camino de la Colegiata y el personal que esperaba alrededor de la iglesia comenzó a tomar posiciones para acompañar a la imagen de la Señora hasta la Colegiata donde habría de pasar el día previo pago del precio tradicionalmente estipulado que una parroquia pagaba a la otra como peaje o pensión de tal ocupación.

Fistas en 1.912 (Tous pa tous)

De alguna forma se mascaba la tensión entre los asistentes, sobre todo tras conocerse que en una reunión mantenida el día anterior entre el alcalde, miembros de la corporación y el párroco, éste había rechazado la proposición que le hicieron de presidir la procesión del regreso en la tarde del 16 si quería calmar por completo los ánimos y dar una satisfacción al pueblo, ofreciéndose incluso el alcalde a asistir al mismo acto acompañado de los concejales.

A medida que la procesión se acercaba a la Colegiata subía la tensión. Xuan y su amigo Antón caminaban casi al final de la misma, pero se dieron cuenta de que algo ocurría, algo pasaba en la cabecera que debía de encontrarse ya muy cerca de la Plaza de la Oliva. Un runrún inquieto recorría la comitiva de adelanta hacia atrás.

Comenzaron a oírse gritos y vivas mezclados. Los dos amigos fueron sorteando filas y avanzando posiciones hasta alcanzar la Plaza de la Oliva donde se estaba gestando un tumulto que se iba de las manos a los responsables civiles y religiosos.

En la Plaza de la Oliva se estaba gestando un tumulto que se iba de las manos a los responsables civiles y religiosos.

 Fue en eso momento cuando Antón se dio cuenta de lo que pasaba

-Caoaenros Xuan, las puertas de la iglesia están cerradas a cal y canto. La imagen de la Virgen no puede entrar.

-Eso ye imposible. ¿Cómo van a facer eso a la Señora?

Pues lo era. Las puertas estaban cerradas. Los acompañantes de la imagen que habían subido desde Ambasaguas se indignaban cada vez más. Los gritos subían de tono y los improperios de calibre.

-¡Muera el cura de Cangas! ¡Viva la Virgen del Carmen!

Los insultos se oían nítidos entre las voces, comentarios y el general tumulto que movía a todos los asistentes de un lado hacia otro en su afán de acercarse a las puertas del templo.

Un grupo, más decido que los otros, se lanzó contra las puertas. Pronto apareció un madero con el que golpeaban las mismas. Gritos, empujones, golpes violentos, chillidos de las mujeres, insultos de todos los calibres…

De alguna forma lograron abrir las puertas violentamente entrando al templo en tropel

De alguna forma lograron abrir las puertas violentamente entrando al templo en tropel. Aquí los insultos, el desorden y protestas arreciaron  aún más cuando descubrieron que el cura de Cangas no se hallaba en el templo para recibir a la Virgen y ni tan siquiera había preparado el altar ni nada de lo que tradicionalmente se acostumbraba a tener dispuesto para recibir dignamente a la imagen.

Con el fin de calmar los ánimos, de alguna parte de entre la Comisión o los representantes municipales salió una justificación precisando que la ausencia del sacerdote se debía a que “su delicada salud no le permitía estar allí”. Algo que se desmotó rápidamente pues se supo que se había trasladado a Oviedo, luego no podía sentirse tan mal que no pudiese acudir a la iglesia pero sí viajar a la capital.

He de añadir aquí al relato lo contado por el párroco cangués Don Jesús Bayón, quien relataba con su sorna característica que:

En algún momento y en pleno follón, de alguna parte, quizás de algún malintencionado, salió la afirmación de que el cura se había ido por la mañana a Tineo para evitarse el trago de recibir a la procesión, algo que llevaba intentando evitar desde hacía ya tiempo. Y allí fue ella. Mal está que cerrase las puertas y marchase a Oviedo. ¡Pero que se fuese a Tineo! Eso no tenía perdón de Dios y ni tan siquiera de la Virgen de Carmen

-¡Muera el cura de Cangas! ¡Viva la Virgen del Carmen!

-¡Muera!, ¡muera!; ¡viva!, ¡viva!, contestaba enardecida la multitud

Poco a poco se fueron calmando los ánimos. Volvió la tranquilidad, se fue haciendo el silencio y, entrados los feligreses en él, se procedió a la celebración de la misa solemne que ofició el párroco de Ambasaguas.

Pero mientras en el templo todo se tranquilizaba, diversos miembros de la Comisión y un grupo de cangueses de toda clase y condición, seguidos de 16 gaitas y cuatro tambores, recorrieron las calles de la villa en manifestación no sin que la autoridad local intentase impedirlo, siempre dentro de la educación y las buenas formas.

Cangueses de toda clase y condición, seguidos de 16 gaitas y 4 tambores, recorrieron las calles de la villa en manifestación

De todos estos acontecimientos dio cumplida cuenta el periódico El Correo de Asturias, en el que las partes expusieron sus distintas versiones de los hechos, arrimando cada cual para su propios intereses, siendo los aquí narrados lo más cercanos a la realidad de lo sucedido, como también así viene a recogerse en el libro “La explosión de la fiesta” de los cangueses Juaco López y José María González.

Mas, no crea el oyente que viene aguantado este relato, que la controversia religiosa dio al traste con los festejos. Ni mucho menos. En el periódico “El Carbayón” del día 23 de julio del citado 1.894 se señala que: “Nunca con más lucimiento que en este año se han llevado a cabo las renombradas fiestas de Nuestra Señora del Carmen; la comisión organizadora puede estar satisfecha de sus acertadas gestiones, tanto respecto a la profana como a la religiosa”. Aquí los informantes prefirieron obviar el gran problema del día 16.

Y con respecto al día 15 relata: “Por la noche presentaba grandioso golpe de vista la fantástica iluminación del Puente de piedra de Ambasaguas, con sus caprichosos farolillos. La tradicional foguera, ardiendo delante de la iglesia, daba cierto carácter a la fiesta. Pero lo que más llamó la atención fueron los fuegos de artificio, obra de un pirotécnico de Oviedo, que exprofeso vino a Cangas para dispararlos”.

Y más adelante señala: “La función de pólvora fue complementada por infinidad de cohetes (no dice voladores) de lucería, silbato, y de gran estampido; muchos de ellos lanzados por devotos de la Virgen como ocurrió con el popular Pesqueiro, que en poco tiempo gastó unas cuantas docenas.

El día 16, a las cinco de la mañana, toque de diana por la Banda de Música gaitas y tambores

Pero no se pierdan de vista los horarios: El día 16, a las cinco de la mañana, toque de diana por la Banda de Música gaitas y tambores, disparándose numerosas bombas. A las nueve comenzó la misa en Ambasaguas y a las cuatro de la tarde fue la procesión de vuelta desde la Colegiata.

Nota: Aunque la novelación es de exclusiva responsabilidad de quien les habla, la esencia de los hechos es totalmente histórica y así está recogida y avalada en diversos medios.

Y como vengo diciendo cada vez que abordamos estos hechos de antaño: Otros Cármenes, otras gentes.

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R. Mera

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