Las aventuras de Pinón de la Freita
Cangas años 50
-Mera, ven que te voy a contra una de Pinón de la Freita
Así me requirió en muchas ocasiones el ya fallecido Gilberto Flórez, generalmente en el Bar Blanco. Y me contaba ciento y un anécdotas del referido.
Dada la retranca que utilizaba Gilberto y su innato carácter guasón, creí durante algún tiempo que el tal Pinón era producto de su imaginación. Pero posteriormente, un buen día en el Caniecho, Luis Gayón me dijo lo mismo. Y me contó otra de Pinón que, curiosamente, recogí en mi pregón de fiestas de 2013. Y hasta ahí llegaron mis conocimientos sobe el personaje hasta que hace unas fechas me encuentro en la revista Narcea, de febrero de 1.936, un artículo firmado desde Madrid por Serafín Rodríguez en el que describe la vida y milagros del tal Pinón, cuyo verdadero nombre señala, muy pocos conocían: Jesús Pérez de Castro.
Nos relata el autor que era éste “un extraño personaje que andaba de pueblo en pueblo en busca de minerales como carbón, antimonio, hierro y otros minerales que dio a conocer a empresas mineras nacionales e internacionales publicando artículos al respecto en determinadas revistas. Al parecer no tuvo mucho éxito.
Fue su otra personalidad la que triunfó: la de hombre dicharachero, jocoso, camarada de romerías, amante de las tertulias de chigre y encendido admirador del cacho que, decía, enaltecía notablemente nuestros vinos. Compuso miles de semblanzas a tipos célebres del concejo e innumerables composiciones poéticas que repentizaba y recitaba donde lugar hubiese. Este hecho ha llevado a que prácticamente no se conserven escritas, o al menos nosotros no sabemos, aunque sí se conocen algunas que trascendieron tras su muerte por medio de la tradición oral. Y de algunas de ellas se hace eco Serafín Rodríguez que dice así haberlas oído.
Les recuerdo aquí la “repentización” efectuada en la Calle La Fuente cuando el viento provocó que desde uno de los balcones cayese sobre su voluminoso cuerpo una prenda de vestir femenina.
Cogióla Pinón y al devolvérsela a la dueña que había bajado por ella le espetó:
¿Una camisa de dama? ¡Lástima por vida mía, que tengamos el envase pero no la mercancía!
Andaba un buen día Pinón por los lugares de Rengos en investigaciones sobre el carbón cuando se encontró con Leandro, el cantero, que acudía en busca de mármol para unas obras que había de hacer en la iglesia de Limés. Cofrades ambos de la canguesa institución de la puchera, cuenta Serafín Rodríguez, pronto encontraron ramo a una puerta decidiendo traspasarla para sentarse frente a frente dando cuenta de las jarras que, una tras otras, les fue sirviendo la ventera. Declarados en huelga en ese día, charlaron mientras pudieron, y en la taberna de la reunión quedaron escritos esto sversos:
Buscando en carbón primario al Pueblo bajé y encontré a Leandro, el lapidario, por mármol p´al campanario de la iglesia de Limés. Aunque yo prisa tenía, jugué el todo por el todo, y con sin par alegría, los dos empinando el codo Nos pasamos todo el día. Que cuando dos calaveras se pasan horas enteras en los templos tabernarios, se… “dejan” los campanarios y las empresas mineras.
Declarados en huelga en ese día, charlaron mientras pudieron, y en la taberna de la reunión quedaron escritos estos versos que les recito
Tiempo después, Pinón escribió una carta a Serafín, a Madrid, encargándole que buscase una habitación para pasar unos días en la capital a la que tenía que trasladarse para cerrar unos negocios de una compañía minera de Bilbao, ya que su bohemia, cuenta éste, no le permitía cumplir la disciplina de una pensión.
Cuando Pinón oyó decir a Serafín, dirigiéndose al cochero, que les llevase a la calle del Humilladero ya les soltó un par de pareados que éste dice no recordar, pero cuando se despidió de él le espetó:
Cuando Pinón el minero vino como financiero a la coronada villa, Pinón, que nunca se humilla, fue a dar al Humilladero.
En aquel entonces era muy frecuente que los vecinos de Cangas acudiesen a merendar a Corias en las casas de Cachón o de Benjamín. Un día de gran concurrencia en el merendero de este último, dijo Pinón con una buena loncha de jamón en la mano:
En este alegre mesón, cuando hay algún festín, unos gritan: Ben-jamín y yo digo: Ven-jamón.
Cuentan que al lado de la casa de don Celestino Ferreiro, y frente a la confitería y el estanquillo, había un maestro zapatero el cual los sábados exponía a la puerta de su establecimiento los productos que vendía mezclando en una cesta el pan y los zapatos. Dejó allí Pinón unas botas para que se las arreglasen, y como se hubiera marchado de Cangas sin saber nombre ni señas del zapatero, le escribió una carta que llegó a manos de éste con la siguiente dirección:
Señor maestro zapatero, Vive al lado de la casa de Don Celestino. Vende bollos y botas en un cesto, Y tiene por vecinas A Flora vendiendo mantecadas, y a Julia vendiendo tagarninas. Calle Mayor, Cangas del Narcea. Ni que decir tiene que la carta llegó y Pinón recuperó sus botas. Y ya lo saben: Si de Cangas saber quieres historias de otros ayeres, conéctense con nosotros que, aunque con pocos saberes, les contaremos contentos historias de otros cangueses y de aquellos sus haceres