Un gran entierro para un gran alcalde muerto en plena juventud
Foto: Cangas en 1935
Estoy seguro que muchos de ustedes han oído hablar de entierros y funerales de antaño. Pese a ello voy a describirles uno acontecido aquí en Cangas del Narcea en 1936. Pero no un entierro cualquiera, sino el de en aquel entonces alcalde del concejo Mario de Llano y González Reguerín que murió cuando se hallaba tranquilamente conversando con los suyos en la noche del martes, 25 de febrero, a los cuarenta y cinco años de edad, de un angina de pecho. Estaba casado con Doña Teresa Flores y González y tenían una hija: Carolina.
Por su juventud y lo repentino de su muerte, la triste nueva causó una enorme impresión en la villa que decidió suspender todos los festejos programados para esa noche, martes de carnaval que era.
Su cadáver, cubierto con la bandera nacional, fue expuesto en los salones del Ayuntamiento desfilando ante él prácticamente todo el vecindario “sin distinción de clases”, se precisa en la nota mortuoria de La Maniega.
A la conducción de los restos mortales asistió por propia iniciativa la Banda de Música. Y así se describía el entierro: “La carroza fúnebre, materialmente cubierta de valiosas y artísticas coronas con sentidas dedicatorias, era seguida por veintiún automóviles y de una imponente manifestación, como nunca vista en la villa, toda vez que sobrepasaba en más de cuatro mil personas las que asistieron al fúnebre acto, el que presidía el gobernador civil de la provincia, los diputados a Cortes, señores Laredo, Maldonado, Feliz Vega y otras distinguidas representaciones del Magisterio, de la Diputación, de todos los ayuntamientos de la provincia y una de Villablino portadora de una monumental corona, que hizo el viaje a pie por no haber otro medio de comunicación a causa de la nieve”.
En los años en que ejerció como regidor (23 de septiembre de 1931 al 1 de noviembre de 1934 y su segundo mandato tan solo del 21 al 25 de febrero de 1936) se crearon en el concejo nada menos que cincuenta y un nuevas escuelas dotas de todo lo necesario. Se hicieron los estudios y sacaron a subasta los trozos primero y segundo de la carretera de Sierra y otros de la de Besullo; hiciéronse los de la carretera del Pueblo de Rengos a Degaña y se aprobaron los de la de Ibias. Se repararon e hicieron varios puentes y caminos vecinales en el concejo, se realizó el saneamiento y alcantarillado de la villa y se llevó el agua al Matadero y el barrio de Santa Catalina.
Por diferentes aldeas se repartieron sementales de varias clases, y se facilitaron medicinas e inyectables a los necesitados. A los labradores se proporcionó lo necesario para el exterminio de animales dañinos y se les ayudó en todo aquello que fuese de utilidad pública.
No podía faltar en la necrológica la referencia a sus cualidades personales diciéndose de él que era “persona de trato amable, ameno, conversador, con don de gentes y carácter franco y de ideología política altamente democrática y afiliado al partido político que en Asturias acaudilla el señor Albornoz (Conjunción republicano socialista). Era natural de la villa e hijo del otro alcalde que fue Don José de Llano y Valdés (1.891-93)
A pesar de ostentar la alcaldía, don Mario no dejó nunca su trabajo de procurador.