Progresismo y marcha atrás. ¿Viven nuestros jóvenes mejor que sus padres?
De un tiempo a esta parte, el abuso de determinadas palabra y su pegajosa inclusión en todo tipo de frases, vengan o no a cuento, ha llevado a muchas a perder su significado. Una de ellas puede muy bien ser “progresismo”.
Dice el Diccionario que progresismo es la “Ideología y doctrina que defiende y busca el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos y especialmente en el político-social”, y por ende el movimiento político que defiende esta ideología.
Progresista es lo que se dice de una persona o una colectividad que dice ser de ideas y actitudes avanzadas. Se especifica en la definición que “solo es un dicho” y no lo determina como “un atributo”. El término representaba en un principio a una posición contraria a algo llamado “retrógrado”, sufriendo una mutación cuando en círculos intelectuales próximos al marxismo se comenzaron a autodefinir como progresistas los contrarios a gobiernos tradicionalistas, a los que se solía posicionar en el aspecto de burgueses. Y así ha llegado a nuestros días.
Hasta aquí la teoría. Ahora la palabra está a todas horas en boca de unos y otros, especialmente entre los representantes del gobierno: “Este es un gobierno de izquierdas, progresista y feminista” dicen y repiten.
¿Quiere ello decir que la sociedad ha venido progresando en lo social, político y económico en los últimos años?. Y aquí mi duda. Los jóvenes se cansan de decir que viven peor que sus padres, con peores sueldos, trabajos precarios, falta de reconocimiento a su preparación, imposibilidad de abandonar la casa familiar y otros motivos. Y no es este gobierno el único culpable, lo son los habidos al menos en los últimos 20 años. Y como consecuencia la emigración, exactamente igual que sucedió en los años cincuenta y sesenta. ¿Hemos progresado entonces?.¿Seguimos progresando?
En la Transición se alcanzaron todas las libertades. Ahora, subrepticiamente y ante el silencio de todos, se ha implantado una fuerte dictadura bajo el concepto de lo “políticamente correcto”, lo “inclusivo”, “lo democrático” y la teoría del “pensamiento único”. El que está de acuerdo conmigo es democrático y progresista, el que no, es fascista, o comunista, que tanto más da.
Las Redes se han convertido en los más implacables censores, censores que dejan en mantillas a aquellos de Franco de los que, al menos, sabías de qué pie cojeaban. Sin obviar, claro es, a los propios partidos que admiten la censura y crítica e incluso ataques a los demás pero nunca a sus propias estructuras de poder. ¿Hemos avanzado pues o hemos retrocedido?
Es verdad que hemos avanzado en otros conceptos, conceptos generales que no pueden ser encasillados como progresistas o retrógrados, pero es innegable que en muchos domicilios entra ahora mucho menos dinero que en las generaciones de sus padres y abuelos y que sonroja al sentido común que la media de las pensiones esté por encima de las de los sueldos de los más jóvenes que las mantienen. Deduzco pues que el actual progresismo en este sentido ha prostituido al originario en cuanto a su utilización política. Lo han convertido en un progresismo de moqueta encabezado por los sindicatos.