¿Habrá procesiones en las carreteras?. Escaparse al pueblo o a la playa como tentación
FOTO: Nines Díaz
Hoy es Viernes de Dolores. Tal parece que hace ya años que tal día como éste se iniciaban las más largas y multitudinarias “procesiones” de Semana Santa que uno recuerda. Pero no, hace tan solo dos años.
Las autoridades han decretado que no se puede “procesionar” entre regiones, tan solo puede hacerse, y con muchísimas limitaciones, en una misma región. Y no es lo mismo, aunque estoy convencido de que los movimientos entre unos y otros pueblos serán notables, y peligrosos, me digo; pese a las llamadas a la prudencia y a que nos movamos lo menos posible, de las autoridades sanitarias
Al penitente que hoy iniciaba sus especiales procesiones lo que le gustaba, y le sigue gustando, es ejercer de especial costalero de la familia. Convertido el coche en paso procesional, se afanaba en colocar en el mismo su bici y la del niño, la tres maletas de la mujer, la suya, la de su suegra y la misma suegra, el patinete del pequeño, una caja con comestibles diversos “para por si acaso” este y aquel cachivache, la percha con el traje y el vestido que no pueden arrugarse… Y así equipado emprender la penitencial ruta en la que la primera saeta la cantaba el pequeño cuando aún no habían trascurrido ni diez minutos de viaje
-Papá, ¿falta mucho?
No mucho tiempo después, el mayor quiere hacer caca, le ha dado un apretón. Hay que buscar una gasolinera de urgencia. Él lo habría resuelto saliendo de la carretera y echando pantalones abajo en pleno campo, al igual que hacía cuando niño. Pero los de ahora tirurí que te ví.
Pues estos penitentes echan de menos estas procesiones. Y se cabrean contra el gobierno, contra los presidentes autonómicos, contra sanidad, contra el alcalde del pueblo y contra el sursumcorda por fastidiarles “sus días de asueto”.
-¡Están pisoteando mis libertades!, argumentan unos
-¡Tenemos derecho al descanso y al relajo!, pregonan aquí o allí los otros
Y añoran las otras semanas santas, las de antes del bicho. Y las cervezas en la Plaza de Berzocana, o las plazoletas de Cangas, o los atardeceres de playa y chiringuito con las teles de fondo y las procesiones religiosas en las mismas.
Los hay que han encontrado solución. Desde hace unos días se nota ya la presencia de oriundos en algunas zonas. Los que han podido han salido antes de que entren en vigor las prohibiciones, especialmente de Madrid. En la tarde de ayer la presencia de madrileños en los pueblos de Cangas era ya notable. A lo largo de esta mañana se perciben nuevas llegadas. Y es que, ya saben, hecha la Ley hecha la trampa.
Otros buscan rutas poco conocidas para escapar a los controles; los más avispados idean especiales permisos o salvoconductos más o menos fraudulentos. ¡Hay que largarse de la capital! ya sea ésta la de la nación o de cualquier provincia. Incluso hay que largarse del pueblo, aunque sea a otro