Largo vermú veraniego
Sí, hacía ya rato que el reloj de la torre había cantado las tres campanadas posteriores al mediodía. Pero el personal de la foto no tenía prisa ninguna. No sea el demonio, decía el que a mi lado se sienta y sobre el que apoyo mi mano, que en el ir y venir Pedro se quede sin cervezas.
Los hay que cumplen las reglas sobre las mascarillas, otros que no, y yo que intento aparentar que sí, pero que como que no. Y no era la primera vez que pasaba. ¡Qué va!. Ya ves Fulgencio, allá donde estés, que los de tu casa no tienen arreglo y les gusta el alterne tanto o más que a ti. Así que ni tú ni yo podemos decirlos nada al respecto.
Es más, en cualquier momento te llegan desde casa con unos pinchos de tortilla, unos pimientos, unos torreznos… y ¡hala! otra ronda. Es lo que tiene el tener unos cocinillas en casa dispuestos siempre a hacer agradable a los paisanos el alterne del veraniego mediodía.
La joven que está a mi lado me rejuvenece. Ya ves Carmen, digo ya como Ramón de Campoamor: “Las hijas de aquellas mujeres que amé tanto, me besan ya como se besa a un santo” .
Aunque bien está que no perdamos la inercia, pues si a nuestros años se nos cala el motor, difícil será el arrancarlo de nuevo y que adquiera velocidad de crucero.
Nos vemos de nuevo este verano. Pandemia mediante