Solidaria ilusión navideña de una niña canguesa
Me van a permitir que hoy, agotadas ya las festividades navideñas y las vacaciones de los más pequeños, mi artículo diario cambie totalmente de rumbo y vaya especialmente dirigida a ello. Acaban las vacaciones inmersos en las múltiples ilusiones que los pasados días les han brindado. Tenía pensado publicarlo en Reyes, pero ya saben que un ajuste técnico me mantuvo silencioso unos cuantos días. Lo traigo hoy, fuera de tiempo, porque tampoco quería archivarlo sin más
Y, pese a todo lo malo acontecido en el año acabado, nos han brindado también estas ilusiones a cuantos con ellos hemos sido capaces de sentirnos de nuevo niños. Y así ha sido en muchos casos porque estas Navidades casi han conseguido volver a sus orígenes de sencillez, amor y recogimiento en la familia y el vecindario, muy lejos del comercialismo y consumismo en los que las habíamos convertido.
Y por ello quiero que, tornados todos en niños, vivamos juntos esta ficción navideña.
Veréis:
Hace no muchos años para los mayores, pero si muchos para vosotros los más pequeños, una niña de Cangas acudió a visitar al Belén que ponen las monjitas del Asilo con mucho cariño, en compañía de otros niños de su colegio. Todos llevaban ofrendas para el Niño que luego éste regalaría a los abuelos que allí vivían. Eran unos años malos, de crisis, poco trabajo y muchos problemas de hambres y guerras por el mundo. Casi como ahora con la pandemia. Y entonces Belén, que curiosamente así se llamaba la niña, cómo había oído hablar de ello a sus padres y no se lo sabían explicar muy bien, decidió preguntar al Niño que acabada de nacer en Belén. Y lo hizo de esta forma:
Hoy has nacido en Belén desnudito, entre las pajas, como miles de esos niños que nacen en India o África. Toma mi ofrenda, pequeño, no puedo darte más nada, como tampoco a esos niños que la indiferencia mata. Tú que res Niño y mi Dios: ¿No puedes hacer Tú nada para alegrar sus caritas tan tristes, tan apenadas?. ¡Dime que sí, Jesús mío! Ya verás con cuantas ganas te cantan sus villancicos desde la noche hasta el alba. Voces negras, voces blancas, cien idiomas, mil pablaras. Niños de todos los mundos, niños de todas las razas. Toma mi ofrenda Jesús, y toma con ella el alma de los niños que en el mundo pasan hambre, están sin casa, como la Virgen y tú en Belén, entre las pajas. Y aunque no se oyó nada, si se vio que Belén se quedó un ratito muy quieta, afirmó con la cabeza y dibujó en su cara una amplia sonrisa. Yo estaba allí y lo vi, era diciembre de 1.979.