Ser niño y árbol es posible en Navidad

Vuela la imaginación en estos días prenavideños. Y va mucho más allá aún la de los niños capaces de despegarse de la realidad cotidiana y volar tanto por imaginarios espacios como por mundos que crean y que saben interiorizar como una realidad presente, aun cuando sean consciente de que no lo es. Es la ventaja de ser niños: ellos son capaces de ser simultáneamente una cosa y su contraria con la mayor naturalidad. No ocurre así con los mayores en los que esta postura es cuando menos cinismo.

Y así, Irene ha decidido convertirse en árbol navideño. Y la han salido ramas verdes y luces blancas que la envuelven con su halo.

Libros, deberes, el quehacer cotidiano, todo ha quedado atrás en este especial momento. Allí en su Aranda natal, Irene ha sido capaz, por unos momentos, de dejar de ser Irene para convertirse en un árbol. Un árbol de Navidad pleno de ilusiones y deseos. Hasta los ecos de la pandemia parecen haberse evaporado ante la fuerza de la ilusión. Y es que… es Navidad

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R. Mera

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