Callejeros de quita y pon: De Salsipuedes a Abrazamozas
Si leyésemos más, viésemos menos determinadas televisiones y mucho menos aún los vomitorios instalados en las Redes, quizás evitaríamos falsos problemas e inexistentes controversias sobre temas sin importancias que crean interesadamente determinados estamentos políticos con tal de hacernos tragar con posturas que, en realidad, son sus intereses. Agréguele usted a este sustantivo cuantos calificativos quiera.
Viene a cuento esta entradilla por mor de las innecesarias polémicas creadas en torno a la asignación de nombre a las calles. En la postguerra, nombres de generales, militares de todo tipo y nombres de batallas, signaron avenidas y calles de capitales, pueblos y aldeas de la mano de los vencedores
Avanzada ya la transición llegó la segunda oleada de cambios asentada, como ocurrió en la anterior época, tan solo en criterios políticos “guiados” en una sola dirección: la contraria a la desarrolla durante la postguerra y bendecida por la llamada Ley de la Memoria Histórica, aun cuando todo sabemos que la Historia no tiene memoria, al igual que tampoco la tienen los pueblos. La memoria es siempre individual y distinta.
Hace no muchas fechas, con origen en Madrid, se inicia otra campaña en la que los políticos contrarios a la citadas “Memoria” demandan el cambio de nombre de nuevas calles concedidas bajo aquella a determinados personajes que ejercieron funciones destacadas en la II República, al considerar no son dignos de tal honor.
Un juez de Oviedo, que ya había anulado cuatro, acaba de declarar nulos los restantes 17 nombres de calles, que llevaron a cabo PSOE, Somos e IU, tratando de acabar así con los anteriores de origen franquista. Se anula aquel acuerdo y ahora queda por ver cómo se aplica la sentencia y qué hace el Ayuntamiento para reasignar nombres nuevos.
Fue Mesonero Romanos el defensor de la idea de asignar nombres de calles a personajes importantes para conocer la Historia. Y así se inició en Madrid, sobre todo en los ensanches y bulevares con muchos nombres de parlamentarios ilustres y conocidísimos. Todo ello fue degenerando y aprovechado políticamente.
Sin entrar en la cantidad de contratiempos e incluso pérdidas económicas que estos cambios traen a comercios y pequeños negocios, quiero compartir con ustedes una idea ya puesta en práctica en otras épocas en muchos lugares en que los cabildos asignaban a las calles nombres relacionados con oficios, lugares populares o sacados de la propia Naturaleza. Incluso convendrán conmigo en que se originan nombres tan evocadores como Cedaceros, Pintores, Albarderos, Cuchilleros, de la Albahaca, Hierbabuena, Pontón, Postigo, Ancha, La Vega, El Cascarín, El Reguerón y las muchas dedicadas a ríos o montes… y hasta el tan descriptivo cangués Arrastraculos o el tinetense Paseo de los Frailes; o Carretas, Gradillas , Balcones o el Tesoro, en Berzocana
Creo que es en Conil, o quizás en alguno de los pueblos de aquel entorno, donde existe un Barrio de las Flores con calles como Geranios, de los Jazmines, Petunias, Clavelinas, Azucenas, de las Rosas…
Quizás debemos volver a ello y así despolitizaríamos y acabaríamos con los continuos quita y pon según la ideología de los gobernantes del momento, o al menos tan solo se asignarían calles o avenidas a aquellas personas que con gran influencia histórica, científica, musical, literaria, social o de cualquier otra profesión o condición, debidamente acreditada y contrastada, a ello fueran acreedores tal y como lo concibió Mesonero Romanos en sus inicios.