Sobre el acoso: aclarando, contestando y disculpando
José Ramón Puerto me remite una respetuosa y razonada crítica sobre el artículo aquí publicado bajo el título “Acoso virtual con salsa de tomate o la estulticia de mamá”.
Bienvenidas sean estas críticas pues, de alguna forma, vienen a contribuir a la reflexión y el aprendizaje del que expone una tesis y la desarrolla. Pero como también comprenderán José Ramón y otros siete lectores que a ella se sumaron tengo algo que decir en mi defensa.
-En ningún aparte del artículo se niega la existencia del acoso escolar
Lo que en el mismo se pretende es denunciar las situaciones que quieren explotar determinados padres para justificar injustificables acciones de sus hijos. Y seguidamente, denunciar también como esos hijos se agarran a la existencia real del acoso para protegerse bajo su paraguas y vivir la escolarización con indolencia tras lograr la cobertura paterna.
Esa era y es la idea de la exposición y la que se pretendía denunciar, si no ha sido así es únicamente culpa de la torpeza del redactor y su mal manejo del vocabulario, nunca del lector al que pido mil disculpas
-Tampoco creo se produzca una generalización de estas situaciones.
En las primeras líneas del artículo se especifica que se refiere a “muchos de los nuevos papás (ilustrados, estudiados y escribidos en la salsa hedionda del tomate televisivo y otros programas de su misma o parecida altura intelectual y pedagógica) en relación a la educación de sus hijos está alcanzando cotas gloriosas de estupidez y estulticia, epidemia aparte”.
Luego no hay referencia a todos, no se generaliza al conjunto de “todos los padres” sino a esos que se definen y adjetivan en concreto.
En otro párrafo se dice “El caso se da ya hasta en Primaria donde hay mamás y abuelos….”, de donde fácilmente se deduce que no se habla de todas las mamás ni todos los abuelos
Así mismo, en el caso también concreto de la utilización que hacen determinados alumnos de la existencia del acoso escolar se dice que “el chaval o chavala, que suele ser espabilado, sabe rápidamente como explotar la situación”. Otra vez se especifica que se habla de casos concretos, de aquellos que utilizan el acoso existente en su propio beneficio.
Y líneas más abajo vuelve a referirse el autor concretamente a aquellos padres que hacen oídos sordos a las llamadas de “atención del tutor, las notas informativas de mal comportamientos que reciben y demás avisos”. De nuevo se habla pues de determinados y concretos padres, no de todos, no ha y generalización.
En otro párrafo se concreta que ni tan siquiera se refiere específicamente a todas los padres que se aprovechan de la existencia del acoso, sino concretamente a aquellas madres que, además, “acuden al Centro indignadísima, gritona, armando el pollo y amenazando incluso a los cuadros del Rey de acudir con abogados y militones y meter entre rejas a todo el personal que maltrata de esa manera a su cielo de niña”.
Y como hablo de madres, y no de padres, quiero aclarar a Cristina Lareo, (que asegura que el escrito del que hablamos es un artículo machista) que en mis más de 30 años de experiencia como enseñante siempre han sido y siguen siendo una tremenda mayoría de madres las que acudían y acuden a los Centros a interesarse por notas, estudios y comportamientos de sus hijos. Muy pocos han sido los padres que he conocido en estas situaciones. Es por ello por lo que, retratando una realidad existente, hablo de madres en concreto. De todas formas, también le agradezco su llamada de atención para que me explique dentro de las normas del “Lenguaje políticamente correcto”, aunque también y ad hoc,como suelen hacer “los buenos progresistas de salón” cuando les faltan argumentos, recurre a las acusaciones de machista, aunque en este caso le vuelvo a agradecer que al menos no le haya añadido el “… y fascista”, descalificación suprema e inapelable
Y concretando y cerrando: muchas gracias a todos, a los casi 1.300 seguidores que leyeron el citado artículo y también, como no, a los siete que discreparon. Y mis disculpas a todos aquellos, y especialmente aquellas, que con mi torpeza puedan haberse sentido señalados o dolidos.