CANGAS DEL NARCEA, sus cosas, sus gentes, sus lugares
-I-
Cuando hace 48 años, desde las dehesas extremeñas y las planicies castellanas coroné el puerto de Leitariegos y me asomé a los valles del Narcea y del Luiña, tuve la sensación de sumergirme en un inmenso Belén Viviente que un mundo de gigantes había configurado. Y en él quedé atrapado para siempre.
Ha de llegarse el viajero a estas tierras del suroccidente astur con el alma desnuda y los sentidos alerta, sin nada que se interponga entre ellos y las sensaciones que, en tropel, van despertando en su sentir sus gentes, sus pueblos, su vida, su Naturaleza y su fauna.
Y es que Cangas del Narcea es un concejo único y múltiple. Quienes ya se hayan acercado a estas tierras sabrán sin duda de qué les hablo. Para aquellos que no la han visitado, o para quienes aún no se hayan saciado con lo que saben acerca de este gran trozo de Asturias, es ésta buena ocasión para llegarse a este concejo y descubrir estas bravas, y en gran parte aún, indomables tierras. Para quienes se hayan acercado ya hasta ellas quizás sea ya también el momento de volver a intentar resolver sus preferencias entre sus múltiples ofertas, algo que resulta harto difícil incluso entre las amplísimas sugerencias que presentan ofertas globales como La Descarga del 16 de julio, la Reserva de la Biosfera de Muniellos o todo el ámbito del Parque Natural de Fuentes del Narcea.
Pero quizás el viajero prefiera dejarse ir por sus múltiples rutas señalizadas o zambullirse directamente en la naturaleza por perdidos senderos y veredas, ya a la orilla de los ríos, ya por las cuerdas de montes bravos que aún conservan zonas sin huella humana alguna. O acercase hasta sus aldeas muchas de las cuales aún conservan sabores de antaño en el hacer y en el vivir y quedarse en cualquiera de sus hoteles rurales, o sus casa de aldeas, o sus apartamentos incrustados entre verdes, y cada atardecer pasear por los mismos caminos por los que lo hace el oso en contacto directo con una naturaleza agreste, imbuido en los silencios de las frondas, y dejándose acariciar por las brisas del pasado.
Los cangueses se reparten en más de trescientos núcleos de población agrupados en 53 parroquias. La villa y capital del concejo es el único núcleo de carácter urbano, el resto son asentamientos rurales ubicados fundamentalmente en el fondo de los valle o en las laderas más suaves. Con todo algunos se asientan en altitudes elevadas, como Leitariegos, a 1.525 m; Genestoso, patria de muy especiales quesos, a 1.400; o Monasterio de Hermo con sus especiales hayedos.
Y el viajero no debe olvidar acercase a Besullo, patria chica de Alejandro Casona, lugar en el que podrá imbuirse y entender, incluso en el silencio de sus calles, la esencia de muchas de sus obras, y conocer el poso de una historia que esta aldea ha sabido condensar en tan poco espacio con sus haceres de convivencias entre protestantes y católicos y sus recuerdos de maestros entregados que dejaron profundas huellas tal lo ha hecho el Mazo que aún se conserva funcionando.
Continuará mañana