La foto y su pie.- Reflejos de luz y silencios
Juega la tenue luz rojiza del atardecer con los espacios de silencio en la aldea. Nada se mueve. Ni tan siquiera las hojas de los árboles susurran a la soledad de la calle.
Ha iniciado el verano su declive y el obturador del fotógrafo ha sonado casi como un trueno en la tarde. Quizás por ello se han sonrojado las nubes.
Agota sus días el verano y el otoño, que ya se asoma en lontananza, anuncia el sonido del silencio por las calles y los caminos. Hasta ahora se han oído gritos infantiles bajo las paneras y junto a las fuentes. Pero los reclamos laborales de los padres capitalinos callan las alegrías libertarias de los hijos.
Todo ha de volver a su ser en tiempos de agobios; incluso en el contrasentido de dejar la placidez de la aldea para volver al agobio. Es el sino de los tiempos
Precioso relato muy fiel la descripción de lo que sucedía y todavía sucede en los veranos de los pueblos aunque cada día menos y es una lástima…porque nacen menos niños.. las generaciones que habitaban los pueblos van desapareciendo poco a poco e ir estos lugares no teniendo familia, se torno aburrido…Debiéramos apostar algo más por estos sitios que aunque llegue el otoño…no suelen venir fríos, más bien cálidos…No debieran de morirse unos lugares cargados de historia y estrecheces pero a la vez gozaban de cierta felicidad…que hoy está desaparecida…Venir a ellos es como querer absorber la paz que transmiten a sorbos muy grandes y dejar la mente libre….Algo que en las ciudades se torna difícil…Los pueblos son nuestro pasado reciente…