ENCLASUTRADOS XXXIII. Pues no somos tan malos
Miércoles día 15.- Me ha engañado el sol. Cuando sonaban las ocho brillaba sobre Santa Marina. No duró mucho, hacia las diez el cielo ya se había encapotado y anunciaba lluvia. El ir y venir habitual de mujeres, las más; y hombre, los menos, a la compra. Otros, imposible de averiguar si cumplen trabajos o intentan pasear despistando
Pues miren ustedes. Estoy convencido que nos hemos portado bien, sí señor, los cangueses nos hemos portado bien en este largo mes de confinamiento. Los grandes y los más pequeños. Y de ello tenemos que sentirnos orgullosos, tanto como lo está nuestro alcalde que así lo ha venido haciendo público en los distintos medios de comunicación.
Sí, sí, ya sé que los ha habido, y los hay, que rompen la norma con múltiples y torticeros argumentos, pero habremos de convenir que son los menos. Y lo mismo habremos de hacer con los niños. Creo que la mayoría de los padres nunca se habían imaginado que pese a todo, sus hijos supiesen comportase bien. Y agrego que los más pequeños han sabido entender mejor el confinamiento que muchos de sus mayores. Y cumplirlo. Me asomo a la ventana como vengo haciendo unas cuantas veces al día. Siempre a la misma, la ventana quiero decir. Es ese momento cuando me pregunto cómo será de difícil el enclaustramiento de todos aquellos que han de estar conllevándolo en pisos de entre 40 a 60 metros cuadrados. ¡Y no te digo si tienen niños!. Indago en la red y son muchos los casos, muchos más de los que nos imaginamos, especialmente en las ciudades medias y grandes. Y no quiero acercarme a la realidad que estarán viviendo aquellos que ni siquiera tienen ventanas. Tan solo podrán enterarse si llueve o hace sol conectando la radio o la tele.
Visualicen conmigo las calles de los cascos viejos de Cangas o Tineo y descubrirán que esta realidades las tenemos mucho más cerca de lo que creemos.
Es la hora del paseo. Retomo el camino en la ermita de San Pelayo y en suave ascenso alcanzo la de San Gervasio que pertenece al pueblo de Folguerajú. No llegamos a verlo pero alguien me comentó que se encuentra colgado de la ladera de la montaña a nuestra izquierda. Si saltamos el cierre que delimita una finca y avanzamos un poco podremos verlo. Lo dejamos para otra ocasión. Ya estoy rendido. He logrado llegar al Pico del Cuervo 1.313 metros y cuya antena de radio me ha servido de referencia en la ascensión.
Resoplo y me siento en el sofá. Estas caminatas rinden hasta en el pasillo.
Tarde rutinaria y siempre más larga que la mañana. Tras el preceptivo capítulo de la serie correspondiente, caminata de una hora dejando volar la mente o meditando, que también es bueno. Ayer en la hora del aplauso, las ambulancias de la comarca dejaron oír sus sirenas por las calles llegándose hasta el hospital a homenajear a cuantos allí trabajan.
Y la noche se fue haciendo sueño en el sofá. Seguidamente me dejé arrullar por la radio y el sueño se adueñó de todo.
Paciencia y feliz jornada