SUROCIDENTE.- Loa a la comarca en el ABC
El el ABC/ Viajar, Sevilla, del 5 de febrero, y firmado por Ana Luisa Islas, se publicaba el siguiente artículo sobre Cangas del Narcea y la comarca que por su interés reproducimos
“Bien vale la pena sortear carreteras serpenteantes con tal de conocer un sitio donde el común denominador de la gente se mueve aún por la pasión. Acercarse a Cangas del Narcea no es fácil: hay que salir de la autopista y entrar en los valles a través de caminos sinuosos. Ya sea que se llegue desde Lugo, Oviedo, Ponferrada o León, el paisaje es un bello preámbulo de lo que viene: pequeños pueblos donde los hórreos no solo están en pie, están en uso. Es difícil entrar, pero más salir. « ¡Quien entra, se queda!», dicen.
En la parte occidental de Asturias el tiempo se detuvo. Aquí, hace un par de décadas, se acabó la explotación de las minas y la gente se fue a la ciudad. Los pocos que se quedaron en el campo se encargaron de que esos valles sigan verdes; los que crecieron entre ellos quieren que continúen así: discretas vides por aquí y por allá, huertos desbordantes, talleres artesanos que no paran de crear, molinos de cuatrocientos años aún en funcionamiento.
La mina está en todas partes: en la cabeza de la gente y en los edificios abandonados, que recuerdan un pasado boyante. Tras su cierre, muchos prejubilados compraron piso en Oviedo o Gijón; otros se quedaron en el pueblo e invirtieron en él. Es el caso de Victorino, quien, junto con sus familiares, creó El Rincón Cunqueiru, un museo-taller en el que explica, protege e investiga el arte tixileiro (que trabaja la madera con un torno de pedal). Es uno de los pocos que siguen creando cuencos (de ahí lo de «cunqueiru»), tinas y objetos de madera, con esta herramienta de ingeniería medieval. Victorino aprendió el oficio observando a dos de sus vecinos, los únicos que seguían haciéndolo a finales del siglo pasado; su sobrino, Víctor, lo aprendió de él. El joven, que también lleva turistas a observar al oso pardo en los alrededores de Muniellos, es de los únicos en España que elabora instrumentos de las cocinas asturianas que, si no fuera por él, serían parte de la historia.
Así de únicas son las piezas de cerámica negra que elabora en Llamas de Mouro Verónica Rodríguez, quien aprendió el oficio de su padre, Manolo. El barro negro adquiere ese color por ser cocido en horno de leña durante 12 horas. También es la madera la que da un sabor particular al pan de Manín, explica Alan García, tercera generación al frente de la panadería artesanal de Cangas de Narcea, con sucursal en Gijón, Tineo y Oviedo. Aquí el sabor es fundamental; porque en casi todas las casas se horneaba pan. «La gente lo tiene en la memoria», explica García. Para conservarlo así, cuando el pan, la miel o el vino se acaban, se acabaron. No se obliga a la abeja, a los panaderos ni a los viticultores. «Cuando mi abuela probó mi miel dijo: sabe a miel, de toda la vida; aspiro a que cada tarro sepa así», explica Alberto Uría Moreno, de miel Outurelos. Antes de saber cuál será su producción del año, la tiene toda vendida. Como Victorino, Alberto también apostó por el turismo rural y creó un aula de difusión en donde profundiza no solo sobre las abejas, sino sobre todos los polinizadores.
Para ver la España de antes, hay que ir a Asturias; también para ver en qué podemos convertirnos. Elvira Montoya se encarga de que no entren más de 20 personas cada día a la reserva de Muniellos, previa reserva. Montoya cumple su trabajo a rajatabla. Gracias a ella, y al resto de sus vecinos, Cangas del Narcea se conserva así. Sus hijos, cuando crezcan, harán lo propio. «¡Búpili!».
Imprescindible visitar el Rincón Cunqueiru, en Trabáu. Así también, el Ecomuseo, País del Abayeiro, donde Asturias pierde su nombre. La cerámica negra se elabora en Llamas de Mouro. Aquí, poca sidra, la gente bebe vermut casero o vino de Cangas, la D.O. de la región; para conocerla, hay que visitar las bodegas del Monasterio de Corias, el Viñedo Antón Chicote o el Museo del Vino, en Cangas del Narcea. Para hacer senderismo, nada mejor que la Reserva de Muniellos. Para visitar el molino centenario de Vega de Pope, mejor llamar a Pepe, al 676 37 64 37. Para comer un excelente menú: El Tixileiro, en Sisterna. Para beber vermut o comer de primer nivel, hay que visitar Blanco, en Cangas del Narcea. En San Antolín de Ibias, se debe comer en el Mesón Eiroa. El pan, sí o sí, hay que comprarlo en Manín. Para hospedarse, nada mejor que El Parador del Monasterio de Corias”.
Amén