CANGAS DEL NARCEA.- Agosto de “madrilanos”
Agosto. Otra vez en mi lugar preferido de lectura de prensa, y otra vez pasada ya largamente la hora del mediodía.
Yo creía, en mi simpleza, que atrás fueron quedando ya aquellos años de intercambios de café por chorizos que interesadamente realizaban los emigrantes cangueses en Madrid en sus veraneos en el pueblo. Incluso no sé si aún (creo que sí) los siguen llamando “madrilanos” sus paisanos cangueses de más edad para resaltar que no eran madrileños, sino un tanto de aquí y otro tanto de allá. En definitiva, creía que el paso del tiempo y la universalización de las cosas y las ideas habían acabado con las diferencias y que no se notaba ya quienes eran unos o quienes otros. Iluso de mí.
El caso es que una mujer, acompañada de una jovencita blanca como la leche y un vestido tan estrecho que hasta el andar le resultaban trabajoso, moviéndose en un equilibrio inestable, llegose hasta la barra del lugar donde me hallaba
-Una cerveza y un refresco
Noté algo raro y levanté la vista del periódico. Era una madrilana.
Se preguntará el elector como llegué a esa conclusión con esa osadía. Ya estaba advertido de otros años y ocasiones.
Una cajera del Árbol, sandunguera ella, nos había explicado detalladamente a mi consorte y a mí como las distinguía ella aún antes de que llegasen a la caja.
-Mira Mera, no son todas las que vienen de Madrid, pero si muchas, las más puestas y las más guays. Las veo venir ya de lejos
En todos mis años en la caja, nunca he visto que una mujer de Cangas llegase a primeras horas a la compra toda pintada y enjoyada. Nunca. Eso solo ocurría y sigue ocurriendo en los veranos y con las “madrilanas” que bajan de los pueblos
-Esa fue mi referencia para determinar que la pareja que acababa de entrar en el bar era madrilana. Y aún más me lo confirmó cuando en su conversación con la camarera en su “quita un poquito de hielo de aquí”, “pon un poco más de espuma allá”, “dime que aperitivitos tienes”, repitió unas cuantas veces un “es que allí en Madrid…” que resultó determinante.
Ya lo había resaltado también nuestra cajera. El “esque allí en Madrid”, lo repiten hasta la saciedad
Una vez que las infrasquitas marcharon, surgieron las bromas con los tertulianos habituales de la mesa de al lado que entre bromas y anécdotas de casos acaecidos con madrilanos me propusieron una original apuesta.
-Mira Mera: Luis y Guzmán (permítanme que me guarde los nombres reales por mor del qué dirán) son capaces de decirte, de todas las personas mayores que entren en el bar de aquí a nos vayamos, quienes son madrilanos y quiénes no.
-¡Anda ya!, les dije. Pero bueno, acepto
Para controlar la situación, los tertulianos se pusieron de acuerdo con la camarera y con el dueño del bar ya que éste, que también había sido emigrante en Madrid, conocía a muchísima gente y podía acercarse a los que llegaban para indagar en caso de duda, por tanto, habría de ser imprescindible a la hora de decidir.
Y comenzó la prueba. Como la cajera citada, nuestros adivinadores se fijaban de mano en “el pulseramen” y collares de las mujeres y seguidamente en la torcida y anticuada corbata de la gran mayoría de los hombres. No fallaban una
En estas que llegó una pareja. Él seguro que dejaba cortos los cien quilos, con tirantes y pelo hacia atrás. Ella solo tenía una pulsera en una mano y un pequeño reloj de oro en la otra.
Dudaba la pareja de adivinadores. Antonio,(de nuevo nombre figurado), el dueño, acudió solícito a saludarlos. Y fue en ese momento cuando el hombre tomó a Antonio del brazo y le llevo hasta la puerta:
-¿Qué?. ¿Qué te parece?
-Le está enseñando el coche, susurró Luis.
-Está muy bien, gran coche, comentaba Antonio volviendo al interior.
-¿Cómo que tan solo está bien? .Hay pocos que tengan este coche. Todo el mundo me dice que “es un coche de bodas”, que éstos solo se utilizan para bodas y no para viajar; pero ya sabes, yo soy así, y le utilizo hasta para venir al pueblo. Decía esto mientras golpeaba amistosamente en la espalda de Antonio y volvían al interior.
En ese momento, Luís y Guzmán, levantaron el brazo al unísono.¡Siii!. Es… es
-Y además, mira que te digo, volvió el hombre a la carga. Eso me lo dijeron hasta los péritos del concesionario de las revisiones. ¡Y en Madrid, eh! ¡Nada menos que en Madrid!
-¡Es, es, es!. Repitieron los dos adivinadores. Y Guzmán apostilló entre risas:
-Solo falta que diga teléfano
-Una vez que salieron, la camarera, de origen rumano, se reía a más no poder.
-La mayoría de éstos que llamáis de esa forma tan rara hablan fatal, peor que yo, y algunos son insoportables. Todo es mejor en Madrid…., más barato..…, más bonito..…, mejor preparado…., y ellos son en su mayoría los más listos, los más ricos y los más guays. Todos han ganado dinero sin dar ni golpe. Así que Guzmán y tú y tú Guzmán a ver si aprendéis.
En estas que un hombre, con corbata estrecha y ajada, y el cuello de la camisa doblado hacia arriba se acercó al revistero y vio los periódicos.
-¿Oiga!, ¿es que no tienen el País?, preguntó con cara de asombro
-No. Tenemos, La Nueva, El Comercio, El Marca y el Mundo, le informó la camarera
-Esto solo en pasas en los pueblos, protestó. ¡Mira que no tener el País que es el periódico más importante de Madrid! Allí no falta en ningún bar que se precie.
Nuestros adivinadores no perdían detalle. Se notó que la camarera hizo esfuerzos especiales para no mandarlo al carajo.
Y el madrilano, que seguro que tan solo compraba el periódico el día 23 de diciembre para ver la lista de la lotería..
-Pues no me tomo nada. ¡Me voy!
Y se fue hacia la puerta cual quijotesco caballero ofendido entre los aplausos irónicos de los tertulianos
Aún quedaba otro sucedido antes de que el personal, con el avance del reloj, se fuese marchando.
De repente se abrió la cristalera automática de la entrada y sentimos una gran vaharada de un olor rarísimo. Enseguida descubrimos el origen. Una mujer enjoyada de muñecas, manos y cuello, hacía su entrada en el local cual si fuese Norma Duval bajando las escaleras del Lido. Debía de haberse puesto un par de litros de algún perfume ya pasado y estropeado que a ella la encantaría pero que tiraba para atrás a los demás
-Aquí sí que no hay dudas. Es lo más representativo de madrilana que hemos visto nunca, apostilló Luis.
Se colocaron entre nuestras mesas y la barra. Cuando el olor de aquello que pretenda ser perfume se fue diluyendo vimos como Luis empezaba a olisquear como can en cocina y avisaba con codazos a Guzman par que oliese.
-Naftalina, es naftalina, y es la chaqueta del paisano
Enseguida aunaron opiniones. Lo que despedía aquel olor tan fuerte a naftalina era la chaqueta del paisano.
-Lo de siempre, las sacan cuando refresca, la guardan en el armario y cuando vuelve al año siguiente la sacan y se la ponen sin más. Son perfectamente identificables, sentención Guzmán.
¡Madrilanos!, dijeron al unísono estrechándose las manos y levantándose para marchar. El reloj estaba a punto de marcar las tres de la tarde.