NARCEA.-Santarbás, en Sierra, cuenta con muy devotos cofrades
A caballo entre los santos católicos Gervasio y Protasio, y Baco, la fiesta de Santarbás es capaz de reunir en el alto del mismo nombre, en la comarca de Sierra y en el concejo cangués, a cofrades venidos de los más diversos puntos de los concejos vecinos dispuestos a rendir pleitesía a unos y otro sin pararse mucho en distinciones.
Cada 19 de junio hasta hace unos pocos años, y el sábado más cercano desde los más recientes los vecinos de las aldeas de Santiago de Sierra, Bruelles, Ciérades, Nando, Sillaso, Tandes, Llamas del Mouro, Mieldes, Anderbe, Pambley o Jarceley, entre otros, compiten en presentar mayor y mejor número de viandas y reunir en torno a su mantel el mayor número posibles de comensales.
Es la de Santarbás una pantagruélica romería en la que nadie se queda sin comer sea cual sea su origen o procedencia. Es un canto descomunal y descarado al colesterol y una enorme y disparatada exaltación del gocho en todas y cada una de las formas en que cada parte puede ser presentada para su consumo. Y si cuenta la leyenda que la campa donde la romería se transforma en enorme mantel está regada por la sangre de miles de moros allí derrotados y muertos en la llamada batalla de Lutos, ahora el rojo de la realidad lo ponen los cientos de litros del vino de la comarca que allí se consumen regando viandas y enormes hogazas muchas veces, sino todas, amasadas y horneadas en las propias aldeas.
De mantel a mantel compiten chorizos cocinados y en crudo, jamones, lomos, andollas, longanizas, costillares, choscos, butiellos, churrascos humeantes, enormes chuletones y crujientes chuletillas comidos a navaja abierta sobre una cuarta cuadrada de pan. Y para finalizar grandísimos brazos de gitana, enormes potas de arroz con leche, tartas de todos los tipos y flanes temblorosos que no encuentran acomodo en el empinado terreno. Chupitos, copas diversas, anises y coñases y el café capilé cangués que asienta estómagos alterados al decir de sus muchos devotos. Ya con la modorra agalbanando el cuerpo, un farias pone fin a la opípara comida.
Mediada la tarde, los santos Gervasio y Protasio descansan de nuevo en su ermita tras la ruidosa procesión efectuada entre manteles y sabedores de que no pegarán ojo hasta ya llegada la madrugada por cuanto los romeros bailarán y danzarán hasta caer exhaustos en manos de Morfeo. Las vacas que han participado en las feria dormitan hace tiempo en sus establos y el eco del último volador se pierde de la mano de una olvidada y desafinada nota de la orquesta.
¡Buen provecho!
José Luís R. Mera
Al inicio de los noventa