BERZOCANA.- El Venero
Han llegado los calores. Tras un largo invierno pródigo en aguas y una primavera suave y húmeda, julio ha abierto sus puertas a la canícula. Place ya el buscar sombras al atardecer berzocaniego.
Un andar pausado, un dejar llevar por los pies y los espacios del recuerdo, subiendo empinada cuesta, llega al caminante hasta el Venero. Salta el agua cantarina del caño al suelo impregnando de frescores el ambiente. ¿Cuántos berzocaniegos le habrán precedido? ¿Cuántos cántaros y barriles habrán viajado de entre sus piedras a la villa?.
Pequeños trozos de historia, de vida, que conforma el ser y existir de un pueblo. El caminante se inclina sobre el chorro y bebe un largo trago. Allá enfrente, los canchos se tiñen de un fuerte color rojo.