Según quién sea el agresor o a quien se ridiculiza
Ya sé que no es políticamente correcto y que me pueden llover anatemas y palos dialécticos de los sectores más radicalmente feministas o más pijoprogresistas, encargados de otorgar o retirar los diplomas de calificación democrática o fascista a según quienes les aplaudan o les lleven la contraria. A partir de cierta edad, estos calificativos resbalan como jabón en el suelo del baño.
El caso es que me pregunto y les pregunto:
-¿Por qué hasta los (y las, no sea el demonio) feministas más recalcitrantes guardan silencio ante una agresión sexista si el atacante, o los atacantes, son magrebíes?
Toda la repercusión mediática que cae sobre el caso si el agresor es español, desparece si es magrebí o se suaviza notablemente si es de otra nacionalidad, en muchos casos obviando hacer referencia a ella.
En la misma línea se mueven los al principio citados a la hora de parodiar, criticar, ridiculizar o insultar, arropando los tales actos bajo el concepto de libertad de expresión, cuando van dirigidos a España en su conjunto o la religión cristiana, especialmente la católica. Ni una sola vez lo hacen hacia otra alguna nación o región, o religión, y menos aún hacia la mahometana. Y destaco que lo deseable sería no lo hiciesen en ningún sentido. Ya saben mis lectores que la mierda es mierda aunque se la intente disfrazar de “arte”.
A estos líderes de la “libertad de expresión” les papeisa, como dicen los asturianos, o se acojonan como decimos el resto de los mortales, ante esas tesituras.