La foto y su pie.- Los Molinos
El tiempo y la desidia han roto mis vivencias de niñez y adolescencia. El arreglo de la carretera de Logrosán (aún sin terminar) han dejado al descubierto los esqueletos de los viejos molinos de agua.
Sus tejados hundidos, sus paredes desgajadas y las ruinas de su entorno me llenan de añoranzas. Rehago todo o en mi mente y me veo de nuevo por sus alrededores con otros niños buscando ranas y lagartos, o simplemente arrojando piedras al agua en las calurosas tarde del verano. Y veo bajar a tío Gregorio con sacos de trigo, y subir de nuevo con otros de harina. Se ha secado el río.
El inexorable paso del tiempo cambia mentes y paisajes, pero la memoria de la niñez es y será siempre una impronta indisoluble en el corazón de cada uno. Especialmente en la de aquellos que, como yo, tenemos la inmensa suerte de tener pueblo al que volver.