INÉS MERA
Se deslizan suaves y monótonos los hilos entre los dedos. Suaves también, ligeros y cadenciosos, lo hacen los recuerdos en la mente. Confecciona un paño de altar.
Profundamente religiosa y devota de los Santos Fulgencio y Florentina, Inés Mera ha visto pasar ocho Papas (Pio XI, nombrado en su mismo año de nacimiento, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco). Su memoria no flaquea en ningún momento y es un archivo viviente de la historia de Berzocana, de su devenir diario, de sus gentes
Vino al mundo en el reinado de Alfonso XIII, bajo el brevísimo gobierno de José Sánchez Guerra, en la finca de Romilano, cerca del puerto de Cañamero, en una casa aislada de pastores.
Tras el de García Prieto vivió la dictadura de Primo de Rivera; la Segunda República de Alcalá Zamora, con sus dos gobierno constituyentes, y seguidamente vio pasar nada menos que otros diez a lo largo de la citada segunda República más otros diez del Frente Popular. La guerra (en la que llegó a tener tres hermanos con uno a cada lado del frente), los ecos de la Segunda Guerra Mundial y los 15 gobiernos de Franco más los habidos con Juan Carlos.
En el mismo año de su nacimiento es nombrado Papa el cardenal Ratti con el nombre de Pio XI. En Francia es guillotinado Landrú acusado del asesinato de diez mujeres. Nacen Paolo Pasolini, Piru Gainza, Ava Gadner, Victorio Gassman o José Saramago y por primera vez se inyecta insulina a un paciente. En 1923, De la Cierva inventa el autogiro, abuelo del helicóptero, y se descubre la congelación de alimentos. En 1927 se realiza la primera película sonora y se inicia la Gran Depresión. En el 30 se descubre Plutón y se desarrolla el nailon. Vivió la llegada de la electricidad, el desarrollo del teléfono, la radio y hace casi un par de días la televisión, los móviles e Internet.
Fluyen los recuerdos como agua limpia de la fuente del Venero, donde acudía los domingos en su mocedad. Se mueven ágiles las manos marcando compases de melodías idas en el pentagrama no dibujado en el espacio de su cocina. Y claros, armónicos, sonoros y con aires festivos, los acodes del órgano de la iglesia a cuyas teclas daban vida las manos de su marido, Juan Luis, que tantas veces lo hizo también en el armonio de casa, especialmente en aquellas Nochebuenas rodeada de sus hijos y después de sus nietos y bisnietos.
-Fulgencio ¿quieres un sorbino de champán?
Siempre Fulgencio en sus preocupaciones y afanes. Un Fulgencio que desde su eterna silla de ruedas siempre ha tenido y tiene para ella, no más de doce años, aunque ya haya dejado atrás los sesenta.
Blanco brilla su pelo firmando años de apuros, de hambres, de trabajos, de sudores y de llantos de impotencia escondidos. Pero más allá de todo ello su tenacidad inquebrantable y su humor, quizá la mejor arma que sus Santos la dieron para luchar contra la diversidad que la Naturaleza vino a poner en su casa. El humor y su Fe inquebrantable que comparte con su hijo Fulgencio.
Se deslizan suaves y monótonos los hilos entre los dedos. Suaves también, ligeros y cadenciosos, lo hacen los recuerdos en la mente.
Inés cumple hoy noventa y cinco años. Y es mi madre. Felicidades