La foto y su pie: Toras
Aparecieron ante mí por sorpresa. Las tomé entre mis manos y en un segundo rejuvenecí 60 años. ¡Eran toras!No las había vuelto a ver desde mi infancia. Y fui a encontrarlas en un pino situado junto a la hermosa iglesia románica de San Martín de Elines, allá donde Burgos y Santander van a fundirse en un mismo terreno y a donde llegué casualmente.
Los frutos secos y redondeados están llenos de múltiple protuberancias. A estas las llamábamos “toras” quizás al relacionar las protuberancias con las tetas de las hembras vacunas. Había otras que tan solo tenían una de mayor tamaño. Estos eran los “toros”, mucho más escasos. Unidos en rebaños, los pastoreábamos medio tumbados en los portales de las casas del barrio o en los más grandes de la Audiencia, en la plaza.
Eran toras. Por un momento reencontré mi niñez extremeña en el sur de Cantabria
Lorenzo tiene razón, a esos frutos los llamábamos “argallas o agallas” y el árbol que las produce no es un pino, aunque si pertenece a la familia de las coníferas. En los pinos las “hojas” son agujas que pinchan, en los cipreses no son agujas.
En Berzocana llamábamos toros y toras (los toros tenían en la parte superior como unas protuberancias en forma de corona, mientras las toras eran completamente redondas y lisas) a unos frutos producidos por las rebollas, árboles cuyas hojas son muy parecidas a las de los robles y que se crian en la sierra.
Ambos tenéis razón en las cuestiones “técnicas”. Y efectivamente el árbol en el que se hallaban las toras (nombre que daban los niños) o argallas (nombre de las semillas) era un ciprés aunque se da en otros-
Sea lo que fuere ello no altera la esencia evocadora y literaria del artículo.
Saludos y gracis por intervenir