NARCEA/BERZOCANA.- Verano
(MERA:Una vista de Berzocana desde la Sierra)
En este país nuestro (España hasta la llegada de lo políticamente correcto y convertirse, según Zapatero, en una nación de naciones) es naturalmente posible pasar de un extremo a otro climatológicamente hablando, y puede que en bastantes más asuntos.
Y lo digo con conocimiento de causa. Miren ustedes: la noche del jueves, en Larna, en el concejo cangués, tras sufrir con la selección de baloncesto en bata de casa y cobertor, me fui a acostar con frío y los pies helados, pese a tener puestos calcetines. A punto estuve de meterme con ellos en la cama. Cama perfectamente equipada como si de invierno se tratase.
Pues bien. A las nueve de la noche del viernes llegaba a Berzocana, en las Villuercas extremeñas, con el termómetro en veintisiete grados y atuendo veraniego. Esa noche, pese al fresco propio de los lugares ubicados en plena sierra, dormí en calzoncillos y la ventana abierta, aunque hube de ponerme la chaqueta del pijama ya de amanecida. La distancia entre los dos puntos está en los 600 kilómetros.
Y como nos suele suceder prácticamente en todo, habrá furibundos defensores y detractores de lo que sucede en ambos puntos y de la conveniencia o no de estar en uno o en otro en los días de asueto que cada cual se tome.
Lo que sí es cierto es que la galbana de ideas propia de la canícula ha hecho su aparición y me ha afectado. Para salir del paso y no dejar la página en blanco de un día para otro hilvano estas líneas.
Es la una de la tarde, luce un sol espléndido y ya hemos sobrepasado los treinta grados. Permítanme que busque la sombre de una terraza y me tome una cerveza buen fría. Y si notan que en estos días vagueo, sean indulgentes conmigo. Al fin y al cabo estamos en verano.