CANGAS DEL NARCEA.- Un San Tiso que no es San Tiso
Ha ya tiempo que me llamó la atención la imagen del San Tiso que se guarda en la capilla del barrio cangués del mismo nombre y a la que se honra y procesiona en su festividad. No cuadraba. Pero allí lo dejé.
No hace muchos días, buscando unos datos para hacerme aquí eco de la festividad, me encontré en la página del Tous pa Tous con un artículo del profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, Javier González Santos, que me abrió los ojos. Como yo me imaginaba: el San Tiso no es San Tiso. Pero vayamos por partes
San Tirso es un santo cristiano, martirizado en el año 251 al que se dio muerte en Sozopolis (llamada en aquella época Apollonia), debido a su fe y durante la persecución de Decio. La tradición dice que Tirso soportó muchas torturas y finalmente fue sentenciado a ser cortado en dos. Sin embargo, la sierra no podía cortar su piel y, finalmente, se hizo tan pesada que los verdugos no podían levantarla. Fue ahorcado, y decapitado. Las reliquias fueron llevadas a Constantinopla. Durante la Edad Media su culto se hizo popular en España, sobre todo en el antiguo Reino de León. Su festividad es el día 28 de enero aunque hay lugares en que se celebra en fechas distintas
La representación en imágenes de los santos no se efectúa de una forma arbitraria o caprichosa sino que sigue unas reglas establecidas resultado de un estudio de atributos y símbolos, así como los gestos definidos por la tradición y el uso. En esta fijación intervienen, amén de los propios artistas que les dan forma, la Iglesia a través de sus representantes que fijan el modelo de cómo debe de ser cada imagen en función de lo acontecido en su vida y milagros.
Pues bien, el modelo de san Tirso no es el de la imagen que hoy preside el altar de su capilla; en cambio, sí responde a él el de la otra figura colocada en el lateral izquierdo de la nave de la capilla que quizá a ustedes, como a mi mismo me ha pasado, les pasa desapercibida. La advertencia del error se explica por el conocimiento de la vida e iconografía de este santo.
Dice el profesor González Santos que a San Tirso ( o Tiso) se lo representa vestido a la antigua, con túnica y, más a menudo, como soldado romano con loriga (coraza), espada envainada al cinto, faldellín, grebas (armadura para la parte anterior de las piernas) y envuelto en una clámide (capa), y la palma, símbolo de los mártires.
Y continúa el profesor, “la imagen que ocupa el retablo del altar de la capilla es la de un Santo Obispo (bulto redondo, madera tallada y policromada; 92 cm de altura), sentado en su cátedra, con un evangeliario bajo el brazo y con la mano derecha levantada, reproduciendo el conocido gesto de la bendición, con los dedos índice y corazón unidos. Es una imagen medieval, del siglo XIII, de estética románica tardía y excelente calidad, aunque una reciente restauración nos ha privado de contemplar su policromía, si no original, al menos antigua. La ausencia de emblemas o atributos característicos dificulta su identificación porque los colores de la indumentaria que viste, tras su restauración, no permiten interpretación alguna. Que se trata de un obispo lo proclaman los ornamentos pontificales. Aunque repintada, con colores arbitrarios y no originales que podrían despistar, viste alba (túnica blanca) ceñida con cíngulo o cinturón atado al frente, y figura envuelto en manto coral ceñido con un broche a la altura del pecho; la mitra y las dos ínfulas que caen de ella por su espalda, el evangeliario y el solio, son igualmente distintivos de la dignidad episcopal”.
Queda por concretar, sigue explicándonos, “cuándo y por qué se produjo el cambio de las imágenes de esta capilla y la confusión de su identidad. Acaso durante la segunda mitad del siglo XIX, como consecuencia del desarrollo de la erudición histórica, en el que se generaliza el desprecio por las manifestaciones del arte barroco y se revaloriza el arte medieval. Hay que tener en cuenta que el monasterio de San Tirso de Cangas se fundó a comienzos del siglo XI, por un Rodríguez, como comenta el padre Luis Alfonso de Carballo (Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias 1695, Pág., 295).
De aquel momento provendrá la conocida letrilla de una jota escrita a finales del siglo XIX por Pablo Martínez Cavero y musicada por Emilio Rodríguez que recitaban las mozas casaderas de Cangas:
«-Niña que vas a San Tirso,
por qué te bajen el dedo,
mirar que en el mundo hay lobos
que tienen piel de cordero.
-Madrecita mía,
déjame ir allá,
que si viene el lobo
ya se amansará.»