BERZOCANA- Nochebuena, olor a leña quemada, villancicos, callejeos, Belenes caseros…
Hoy llega a esta página una nueva colaboración. La he conseguido un poco a traición ya que, en principio, llegó al móvil de mi hija. Se lo enviaba una nostálgica Miryan, berzocaniega de pro. Me gustó porque es otra visión de la Navidad berzocaniega, la convencimos y aquí está. Suelo traer a estas páginas estampas y ocurridos de mis años niños y juveniles. Sea esta la de todos aquellos que se encuentran entre los cuarenta y cuarenta y cinco.
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(Dedicado a mis amigas de toda la vida y a mi tierra de sangre y de corazón: Berzocana)
Si alguien me pregunta por la Navidad lo primero que se me viene a la cabeza es Berzocana. No puedo evitar cerrar los ojos y transportarme allí. El olor a chimenea, brasero, tierra mojada….qué recuerdos más bonitos guardo y cómo los añoro.
Cuando se acercaba la fecha para ir al pueblo mis padres se ponían a organizar maletas y trastos como locos.
Normalmente salíamos el último día de cole que solía coincidir con la lotería. Mis padres ya tenían el coche (Seat 127) cargado hasta los topes. Arrancábamos rumbo al pueblo como alma que lleva el diablo. Una vez pasado el Puerto de Miravete mis ojos brillaban llenos de impaciencia por llegar. Primero Deleitosa, Retamosa, Cabañas con paradita de rigor para estirar algo la piernas porque llevábamos unas cuatro horas de viaje. Después Solana, y aquí ya el corazón golpeteaba con más fuerza, hasta por fin ver entre la nieblilla y ese olor a leña, Berzocana.
Entramos por el Rehoyo para seguir por nuestra calle donde mis abuelos estaban esperando impacientemente. Normalmente solíamos aparecer un día antes para sorprenderles pero como se lo sabían ya tenían todo preparado para nuestra llegada.
Bajarse del coche y recibir besos y abrazos de todo el mundo que pasaba por allí era la mejor felicitación navideña que uno podía tener.
Una vez allí, salía pitando con mi hermano a visitar a mi tía Rosa Pola que nos recibía pletórica y después a buscar a mis amigas: Pupe, Nuria, Nines, Ines ( son las que en aquella época vivíais allí) luego alguna más aterrizaba, como Belén, que tampoco faltaba nunca. El resto estabais muy lejos y era complicado ( Yolanda, Susana, Sandra, Merche).
No puedo olvidar la ruta por las casas para cantar villancicos vestidos de pastorcillos guiados por la familia Ropero (je je je). En los bares nos daban un vasino de Casera y que riquino nos sabía. Cuando fuimos creciendo seguimos cantando haciendo nuestra ruta de familiares para que nos convidaran a una copina, pero la mejor parada de todas era en casa de Nuria donde tío Paco nos sacaba su famoso pacharán. Luego ruta de vinos y el aguardiente de Tio Emilino…… ¡¡¡Que momentos!!!, parece que lo estoy viendo.
Nuestro villancico preferido era “La Zarza”. No parábamos de cantarla, es nuestro himno navideño.
Tampoco puedo olvidarme de la ambientación navideña de las casas, nada que ver con el arte minimalista o nórdico de ahora, allí valía todo. Recuerdo la decoración de la casa de Nines porque su Belén y adornos navideños triunfaban como la Coca-Cola. Con un trozo de corcho y musgo recién cogido de las propias paredes de la calle se montaba uno un Belén que me río yo de los que se ven en los escaparates. Los árboles se montaban con una rama de algún pino del monte, con cuatro guirnaldas y dos bolitas de nada estaba todo más que apañado.
!!!Ah!!! y no olvidar el famoso día de los Santos Inocentes, Pupe y yo siempre le gastábamos la famosa broma de avisar a mi madre para que fuera a su casa hacerle las croquetas a doña Dori y la más reciente, que la estrella del ayuntamiento se había caído encima de la abuela de Susana, pobreta.
Para mí la cena de Nochebuena era preciosa, toda mi familia reunida por parte de padre y por parte de madre,.Hecho mucho de menos ese jaleo que para mí madre era una tortura porque la pobre lo hacía todo, ahora la comprendo….. Pero al final nos partíamos de risa con las historias de los abuelos, tíos y de la gente que pasaba por la calle y se unía a la mesa para tomarse algo con nosotros y felicitarnos las Pascuas mientras sonaban las campanas avisando para la Misa del Gallo.
Después salíamos a las calles y nos íbamos a buscar a las casas haciendo la primera parada en la casa de los abuelos de Belén donde estaba también toda la familia reunida y cantando alrededor del órgano que tocaba su abuelo Juan Luis “El Sacristán”.
¡¡¡Cuantos momentos y cuantos recuerdos!!!! Ahora ya todos y todas hemos formado nuestras propias familias o vidas y faltan algunos seres queridos que nos han ido dejando, pero el recuerdo de la Navidad berzocaniega es imborrable.
En Nochebuena me gusta encender una vela en memoria de los que nos dejaron pero también me gusta encender otra vela por mis amigas del alma y por esos recuerdos tan entrañables.
Feliz Navidad amigas!!!!. Os quiero
Miryam Mariscal