BERZOCANA.- Abuelos de ayer y hoy
Una vez más, Fulgencio Rodríguez, mi hermano, acude a estas páginas. Y lo hace dentro de su argumentación tradicional y eminentemente religiosa no por ello ajena a la problemática social que se plantea en el mundo de hoy
ABUELOS DE AYER Y DE HOY
Mañana, día 26 de julio, celebramos la fiesta de San Joaquín y Santa Ana padres de la Virgen María y, por tanto, abuelos de Jesús. No aparece este matrimonio en los Evangelios Canónicos pero si en los apócrifos con una historia muy parecida a la del nacimiento de Samuel. (Primer libro de Samuel 1, 1-20)
Desde hace pocos años se viene celebrado con esta festividad el Día Internacional de los Abuelos.
Nunca como hoy los padres de padres son tan necesarios y tan poco valorados dentro de nuestra sociedad consumista. Ellos criaron, educaron y mantuvieron a sus hijos, muchos con peores medios y en peores circunstancias de vida que ahora y, cuando ya por fin pueden disfrutar un poco por la jubilación, tienen que cuidar a los nietos.
Está bien que los padres ayuden a los hijos en el cuidado y educación de los nietos ya que pueden aportarles unos valores insustituibles en el desarrollo de los niños que nunca olvidan; pero hay que tener en cuenta que los abuelos pertenecen a otros tiempos, son hijos de otra generación, tenían otro estilo de vida y los puede perjudicar.
Me comentaba el otro día una abuela joven que se sentía impotente al ver como su nieto de tan solo siete años manejaba el móvil o el ordenador mejor que ella: ¡Me siento la más imbécil y torpe del mundo!, me decía.
Por otra parte existen muchos abuelos privados de sus nietos por divorcio o separación de los padres, incluso algunos han llegado a los tribunales incluido el Supremo que ya dictó sentencia creando una especie de custodia compartida.
Pero lo más preocupante es lo que no es noticia. Abuelos que viven solos en sus casas o en residencias y no reciben visitas ni una simple llamada de teléfono preocupándose por su salud. Esto no es noticia, como tampoco lo es que en estos años de crisis muchos hayan tenido que dejar las residencias para, con la pensión y sus ahorros, poder mantener a hijos y nietos.
No, no podemos olvidarnos de los abuelos. Por ellos estamos aquí y gracias a ellos somos lo que somos.
Hace cincuenta y un años murió mi abuela Juana, la madre de mi madre. Yo tenía ocho años. Fue tal la huella que quedo en mi vida que no hay un solo día que no haya algo, un dicho, un gesto, algo que me recuerde aquella mujer, siempre vestida de negro con su pañuelo en la cabeza dejándose ver solo el rostro curtido y arrugado, pero para mis hermanos y para mi era el ser más dulce y encantador que existía, aunque tenía mucho genio cuando la sacábamos de sus casillas,
Y como no, el abuelo Juan Luis, padre de mi padre. Con el pasé mi infancia, adolescencia y juventud. A su lado aprendí muchas cosas, sobre todo cuentos, historias y chistes que, a pesar de su aparente seriedad, tenía unos pocos.
Hoy me pregunto ¿Qué me diría si me viera correr con la silla de motor o escribiendo este articulo en el ordenador y con el pie?. Estoy seguro que repetiría aquella recaída que tenia siempre cuando veía o leía en el periódico algo de los tiempos modernos:
-Lo que ve el que vive, pero hay muchos que viven y no ven.
Con este artículo quiero rendir homenaje a todos los abuelos y abuelas del mundo, los de hoy y ayer pensando que yo, por la edad, podría ser uno de ellos.
Foto: Santa Ana con la Virgen. Berzocana
Fulgencio Rodríguez Mera
Alcuéscar 14 de julio de 2015