BERZOCANA.- Fujito Pío, Marchena y yo, aún corremos de Las Cortes a Las Carretas
-Papá, ha muerto tu amigo Fujito Pío.
La llamada de teléfono me llegó de mañana justo cuando me sentaba frente al ordenador para efectuar una primera aproximación a la prensa del día. Quedé con la mente prácticamente en blanco. Es probable que el cerebro rechazase la noticia. Tardé en hacerme a la idea mirando, sin ver, la pantalla.
Como una ráfaga pasó por ella la ultima vez que le vi y que hablamos, en el pueblo, bromeando sin cesar como siempre; o el año pasado en San Isidro.
Pero fue solo una ráfaga. Mi mente, en su libre albedrío, se perdió en el tiempo y me vi en la preadolescencia corriendo de La Corte a las Carretas con Pío, Manolo Obispo, Pablo Chichas, Marchena, Manolo Quiste, Diego Tostao, Pilón y otros tantos del barrio con nuestra cortas calzonas y las rodillas llenas de heridas, matauras, en el decir del pueblo.
Entonces las Carretas, donde ahora se levanta el Cuartel de la Guardia Civil, era un descampado utilizado tanto para jugar como para que cada cual hiciese allí sus necesidades, menores y mayores, dado que a los cuartos de baño aún les quedaban unos cuantos años para llegar.
En la noches de verano, corríamos como posesos de la Plazoleta de la Cortes hacia la fuente de las Carretas, las Peñas, la Cruz de Piedra o sin control ninguno por las calles del barrio jugando a Civilicera, al escondite, a la guerra o simplemente a correr por correr y gritar por gritar; todo ello bajo la atenta mirada de los vecinos que tertuliaban en corros sentados en poyos o sillas.
Las circunstancias nos separaron cuando ya la mocedad aparecía en el horizonte, pero nunca perdimos la relación ni la amistad. Cada vez que nos encontrábamos en el pueblo nos metíamos miserablemente con Marchena
-Pepe, decía Fujito, ten cuidado con Marchena que está a agua y se pone insoportable.
Y Marchena entraba a la broma, y tomábamos nuestro vino, y charlábamos y recodábamos nuestras aventuras escolares y de niños que crecieron en la calles de Berzocana sin tantas ataduras ni proteccionismos como los de hoy.
-Pepe, ¿te acuerdas de cuando íbamos con tío Serafín a dar la luz?
Y de nuevo bromas entre unos y otros. Y así cada verano.
Es ese Pío el que vino a mi mente y al que recordé y quiero recordar.
Y una cosa trajo la otra, y me le imaginé llegando allá donde cada uno tiene reservado su lugar en la eternidad y bromeando con otros amigos comunes que se fueron antes que él. Allí encontraría a Juan Chítala, que nos dejó muy joven, a otro vecino y compañero de barrio, Martín Pardilla. A Parrala, a Juan Pedro Varenes, a Coleto, que nos dejó no hace muchas fechas…
Cada vez vamos quedando menos de aquella generación. De otros sabemos muy poco, ni siquiera si están vivos o muertos. El tiempo y las distancias trabajan el olvido, pero nunca logran borrar los sentimientos de los recuerdos de la amistad y la niñez. Amigo Fujito, amigo Pío: por medio de este escrito, allá donde estés, recibe un abrazo de todos cuantos fuimos tus amigos y compañeros. Sé que ellos firman aquí conmigo. ¡Ah!. Y no te creas que te vas a librar de mí y de Marchena así por las buenas. En cuando lleguemos te pediremos explicaciones por marcharte sin despedirte, aunque eso sí, te pagaremos el vino. Hasta siempre AMIGO.