CANGAS DEL NARCEA.- Impronta de un domingo de sol y nieve
Domingo día 8. Ha dejado de nevar y el sol brilla en el cielo haciendo reverberar reflejos en valles y montañas cubiertos de nieve. El termómetro marca tres grados y todo invita a salir a la calle tras los días de nieve, frío y viento. Decidimos subir a Leiteriegos a vivir en su salsa el ambiente deportivo de la nieve.
Unos atrevidos cangueses pasan con sus palos de nieve camino del Acebo. Apenas han pasado las diez de la mañana y la prensa digital anuncia que los accesos a Leitariegos están abiertos por la zona leonesa y la carretera permanece bloqueada por la asturiana. Habrá que esperar.
Cerca de las doce decidimos subir. Bimeda, hay nieve a los lados de la carretera y sobre los tejados de las casas. Presumimos que la carretera debe aún continuar cortada. Seguimos
La nieve cada vez enmarca la carretera con paredes más altas. Algunos coches nos adelantan. Me llama la atención que no van cargado con el clásico material para la nieve. Deben de ser curiosos como nosotros o cazadores de postales navideñas con los teléfonos móviles. Paramos en la Chabola de Vallao. Un cartel sobresale de la nieve: Vallado, Sonande.
Nos dirigimos andando hacia el pueblo. La nieve conforma paisajes precisos, inmaculados. De vez en cuando, de las ramas de los árboles se descuelgan montones de nieve. La pista se estrecha y se vuelve resbaladiza. No llegamos al pueblo; la nieve está helada y los resbalones son continuos
Allá abajo, un manto de nieve cubre tierras, prados y caminos. Las casas de un pueblo, me apuntan que Sonande, apenas se distinguen bajo el blanco manto. Ni siquiera una columna de humo advierte de cocina alguna encendida Las antiguas chariegas han desaparecido aunque quizás vuelvan, como la nieve.
Un coche sepultado bajo la nieve comienza a mostrar su color a los caminantes. Aún le queda para quedar descubierto al completo. No es sino un apunte de lo que está ocurriendo en muchas otras aldeas del concejo. Va a helar
Dudamos en seguir. Vemos pasar a otros vehículos, nos animamos y emprendemos la subida. La carrera se estrecha. La nieve ha levantado dos altos muros laterales. Vamos pendientes de no ver aparecer a nadie en dirección contraria. En algunos lugares perduran la nieve y el hielo pero no patino. Una pala se cruza con nosotros. Menos mal que hay un pequeño apartadero entre la nieve.
El estrechamiento se agudiza. Los vehículos aparcados estrechan el camino hasta el mínimo. He pasado a la parte leonesa y ya no puedo girar. No se las personas que habrá, pero vehículos seguro que tres o cuatro veces más.
Una furgoneta viene en dirección contraria. Yo traigo otros dos o tres coches detrás. Hay un momento de duda. La furgoneta da marcha atrás y consigue orillar ya en la puerta de la cafetería. Me veo obligado a continuar hasta el final. Allí en la raqueta giro y emprendo el camino hacia la parte canguesa. Al fin logro aparcar.
Veo más gente paseando, yendo de aquí para allá, en la cafetería o en pequeños corrillos que esquiando. Un grupo de ellos, debidamente uniformados bajan a toda velocidad. Más cerca, casi al borde de la carretera, unos niños se lo pasan en grande entre la nieve. Nos mezclamos con los muchos curiosos que van de aquí para allá. Los coches siguen formando un follón de mil demonios.
En el pueblo de Leitariegos la altura de la nieve es espectacular. La capilla está sepultada bajo la nieve. No somos nosotros solos los que bajamos. Son las tres de la tarde y ya hay muchos que dan por terminada su jornada en la nieve.
Paramos en La Pachalina. El tejado de la casa parce querer desprenderse de la nieve y esta cuelga peligrosamente hacia afuera.
Hacemos la última fotografía. La carretera se abre y el sol sigue brillando. No sé por qué, o bueno sí lo sé, pensamos en un buen caldo de berzas. Volvemos a casa y, a falta de berzas, damos buena cuenta de unas patatas con costillas, fréjoles y chorizo. Lo regamos con un buen vino. Sofá y lectura
Jornada completa.