CANGAS DEL NARCEA.- Un barrenazo en la madrugada para signar el destino de Mario
Como saben muy bien mis lectores, allá por los tiempos de la Edad Media eran las campanas las encargadas de anunciar al pueblo aquellos acontecimientos dignos de ser anunciados. Y así siguió hasta bien avanzado ya el siglo pasado. Si el tal acontecimiento afectaba al reino, los cañonazos, en número variables, llamaban la atención sobre el suceso. Allá en los albores de las Américas, las señales de humo enlazaban los pueblos de las grandes praderas indicando la paz o la guerra.
En la madrugada del pasado día 10, cuando apenas las manecillas del reloj habían dejado atrás las cinco de la mañana, un tremendo barrenazo, exactamente igual que los que anuncian el inicio de la Descarga el día 16 de julio, surgió de algún lugar, agitó la villa canguesa y desparramó sus ecos por los valles del Narcea y el Luiña.
Ni campanas, ni cañonazos, ni señales de humos. Ni siquiera nuevas tecnologías. Un barrenazo.
Y es que en el Severo Ochoa acababa de producirse un acontecimiento. ¿Y cómo se iba anunciar en Cangas?. Pues eso: pólvora arriba fuese la hora que fuese.
Mario Vázquez Fontaniella, hijo de Mario y Patricia, acababa de llegar a esta villa con su barreno bajo el brazo, presagio quizás del destino que le aguarda: la presidencia del Voladorón, la de Artesanos y quizás la del Real Oviedo.
Procedía pues agilizar trámites y papeles para que, llegado el momento, el destino se cumpla. No bien abrió la mañana canguesa, el pequeño Mario era inscrito y abonada su cuota como socio en la Sociedad de Artesanos Nuestra Señora del Carmen y, seguidamente, en el Voladorón. Y no fue caprichoso el orden ya que, como dictan las Normas, para pertenecer a una peña hay que ser necesariamente socio de Artesanos. Como en él es costumbre, el abuelo Ángel, Camión por más señas, lo tenía todo previsto y calculado. Dado estos dos primeros y esenciales pasos procedió a darle de alta como socio del Oviedo. Ahora si estaba todo en orden. Ya se podía presentar al neno en sociedad con todos los requisitos cumplidos. Ya con más tranquilidad se inscribiría al neófito en el Juzgado.
Las cosas bien hechas, bien parecen. Y así se cumplieron.