EL CARMEN EN CANGAS DEL NARCEA.- Así no. El ruido insoportable de algunas calles se impuso al ritmo de la pólvora, la musicalidad de las gaitas y las fanfarrias

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¡Así no!. Bien está que todos se diviertan. Bien está que cada generación encuentre su realidad  en momentos y gustos especiales. Bien está que la calle se llene de jolgorio, color y alegría. Bien está el dinamismo de la fiesta como expresión del hacer de un pueblo.

Pero si ello hay que lograrlo a base de un ruido infernal que algunos llaman música;  a base de cortar  de facto el paso de determinadas calles; a base de interrumpir sin miramiento alguno el derecho al descanso de la población más indefensa como niños y abuelos, y, sobre todo, a base de faltar al respeto a las creencias de un pueblo, entonces no. Así no hay derecho a divertirse.

Hacia las seis de la tarde del día 16 de julio comenzaba el reparto de voladores de Artesanos por los lugares de tiro de cada peña. En el inicio del Camín de Llamas los hombres del Voladorón iniciaban su inscripción para programar el lanzamiento de sus barrenos. En el Parque del Molín se ultimaban detalles. Jóvenes cangueses cruzaban de aquí para allá con cargas de voladores para colocarse en sus lugares habituales. Publico de toda clase y condición comenzaba su peregrinar en busca del lugar más idóneo para oír y ver la Descarga.

Desde el centro de la villa, una música brutalmente ampliada, cascada y populachera se alzaba sobre todo.

-¡Mecagüen la músicadedios! ¿Es que ya van a empezar a dar la puta murga?

En el Voladorón comenzaban a enfadarse con el dichoso bum-bum que hasta allí llegaba como si al lado mismo se enconrase.

Algo muy parecido comenzaba a comentarse en Los Nogales, y el Fuejo, y por la Campa del Soliso, y por la zona del Lagarón, lugares todos ellos de lanzamiento de voladores.

Subí Cascarín arriba, justo donde Barriga Hubiera tiene su base. Allí el ruido de la dichosa música era aún mayor. La gente comenzaba a cabrearse.

Siete y media. Todos los lugares de la villa que contaban con un huequín de cara al Prao del Molín se encontraban a rebosar. En los alrededores se apreciaban los llenos de campas y caminos. La música seguía con su bum-bum y a ello se unió la voz chillona de un pinchadiscos lanzando no se qué gansadas sobre un bombero y los problemas que tenía con una manguera.

-¿Pro no habrá nadie que mande callar a ese s……?

El cabreo era cada vez mayor tanto donde yo me encontraba como en otros muchos puntos de la villa y de los alrededores.

Este año la calma tensa que se produce cuando suena el primer volador, arrancan las campanas, la Virgen inicia su posesionar y los tiradores y apurridores se concentran, quedaba roto por e bum-bum y los aullidos del pinchadiscos. Nadie cercano parecía poner remedio a la situación. Momentos de vergüenza propia y ajena.

Sonó el campanín. Los nervios a flor de piel.

-¡Bum!, ¡bum!. ¡bum!. El bombero seguía a lo suyo mientras la imagen de la Virgen llegaba al puente.

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Con los primeros voladores dejé de oírlo. Seguro que había logrado su objetivo: congregar a mucho público para vender más copas incluso faltando totalmente al respeto a los actos que, precisamente, son la esencia que propicia la fiesta y el negocio.

El incontrolado sonar de bafles y altavoces se hacía totalmente insoportable en determinados tramos de la Calle Mayor y en Díaz Penedela. Ya no era solo la música incluso habían colocado en la calle mesa de mezclas y pantalla (en algunos momentos go-gos) transformándola en una discoteca descubierta que impedía el paso por la zona, especialmente a las madres con carritos.

Incluso los grupos de gaitas y fanfarrias habían de callar para recorrer todo el tramo ocupado. La zona de Mayor se transformó en su tramo más céntrico en una guerra de altavoces y pinchadiscos a la que ninguna autoridad fue capaz de poner coto. La guerra de discos fue clarín de llamada  para el botellón y la suciedad que se adueñó también del centro de la villa.

La cosa comenzó hace tiempo quizás en un afán de “parecerse” a otras zonas y a otras fiestas. A fe que lo están logrando. Están logrando que se pierda la singularidad y originalidad que siempre ha definido a las fiestas de Cangas y que las han venido haciendo distintas. Si no se le pone remedio puede que se pierda todo ello. Con los disparatados desenfrenos de ruidos en la calle (aunque lo llamen música y sea la misma en todas partes, sea Cangas o Calatayud).

Señor alcalde, (sea el que ahora tenemos o el que venga tras las elecciones): Debe usted tomar una determinación al respecto. El bum-bum desenfrenado y con competencia de bafles y pinchadiscos es una verdadera tomadura de pelo. Los jóvenes tienen derecho a divertirse y a hacerlo con su música. Ahí está el Parque del Minero o la zona de Los Nogales, junto al Puente de los Penones, para habilitar lugares. Hay un sitio y un momento para cada caso y cada grupo. Los interese individuales de negocio no deben prevalecer sobre los colectivos. Música en el interior de los locales, toda la que se quiera, y ya hay locales habilitados para ello y si se quiere que, de una manera respetuosa con todos, llegue a la calle, hágase también, pero por el aquel de que “hecha la ley, hecha la trampa, le recuerdo lo que le pasó a un antecesor suyo:

Tras muchas protestas por el ruido de los altavoces en la calle dictó una norma prohibiendo colocar los bafles en la vía pública. Llegada la fiesta, la música a todo trapo estaba de nuevo en la calle pero, eso sí, no había un solo altavoz, todos estaban colocados detrás de la abiertas puertas y ventanas orientados hacia la calle y a toda potencia. Lo que llaman “fraude de ley” o solemne tomadura de pelo al alcalde y al personal.

El Carmín de la Pola y la fiestas de otras localidades han marcado, incluso están marcando en estos días, el camino a este respecto. Incluso los hosteleros de Tineo han recibido felicitaciones de la ciudadanía por la regulación del volumen de la música en sus locales. Nada de música a toda potencia. Cada cual en su cada cual

Claro que quienes discrepen seguro que también tienen sus razones.

MERA.- Máquinas del Fuejo, Nogales y Molín
MERA.- Máquinas del Fuejo, Nogales y Molín

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R. Mera

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