La difícil permanencia de las fiestas de aldea. LARNA
El verano apura sus últimos días. Las fiestas de aldea y prao también van desmontando una a una sus modernas carpas-refugio a la espera de que la Merced, en el Pueblo de Rengos, cierre definitivamente el programa festivo veraniego.
Es notorio y palpable que muchas de estas pequeñas fiestas han ido desapareciendo; otras se mantienen revestidas prácticamente con comida comunitaria y familiar; otras lo han intentado cambiando fechas y agrupándolas en los fines de semana. El caso es que las más fuertes (Llano, La Regla, Gedrez, Corias….) se mantienen o repuntan mientras que las de las aldeas más lejanas languidecen al igual que su población.
Quiero de todas formas romper hoy una lanza por aquellos grupos de jóvenes (pocos) que aún permanecen en la fidelidad de antaño e intentan, y muchas veces lo consiguen, que las fiestas des pequeños pueblos y aldeas permanezcan en el tiempo. Es cierto que inventan nuevas fórmulas y sistemas para atraer al personal, pero lo hacen. Y meritoria es su labor por cuanto cada vez son menos. Y los gastos, que hay que pagar a escote, más.
Como muestra de lo que digo traigo a esta página las fiestas de Larna, en el concejo de Cangas del Narcea. Como tantas otras languidecían entre la perdida de población, el envejecimiento de la misma, la misa de hora cambiante y las rutinas. Tan solo la comida familiar mantenía en pié algo parecido al espíritu festivo.
Hasta que un puñado de jóvenes decidieron que no se podía consentir que la fiesta muriese. Ajustaron fechas. Para facilitar los desplazamientos de los emigrantes la centraron en el sábado y decidieron dar toda la fuerza a la noche del viernes. Una costillada. Decidieron organizar una gran costillada con gaiteros y verbena con músicos dinámicos y activos. Este año, Madastur.
El que esto escribe, como tantos otros, tan solo nos preocupamos de llegar al prao con la navaja preparada y una servilleta de papel en el bolsillo. Nos lo encontramos todo hecho. Mesas corridas, bancos para los mayores, vasos, platos comunitarios, vino… y la barra del bar disponible para los que quisiesen cambiar de bebida, esta por su cuenta claro. Si el ambiente atmosférico estaba frío, el comunitario generaba calor y convivencia
Junto al fuego, un grupo de jóvenes (algunos no ya tan jóvenes) se afanaban con las costillas, el pollo y los chorizos. Jóvenes ellos y jóvenes ellas. La actividad era dinámica, alegre y compartida. Las gaitas animaban muy mucho al personal. Eran bastantes los pies que repicoteaban el compás de baile sobre la tierra. No pararon hasta la hora del yantar. Los platos llegaban llenos y no tardaban en quedar vacíos. Rápidamente eran repuestos. Todo ello creaba un acelerado ir y venir de unos y otros. Hasta los más pequeños correteaban con una costilla en la mano grasienta felices de que por un día mamá no estuviese pendiente de su limpieza. Esa noche, la gota, el colesterol, el azúcar o los dichosos triglecéridos (que no sé que demonios es) quedaron aparcados. Los grupos se hacían y deshacían en un constate trasiego de saludos, charlas, bromas y chascarrillos. Todo un éxito y fartura total.
Madastur se encargó seguidamente de que los asistentes, en edad para ello, quemasen las grasas en danzas, jotas y bailes de corro.
Nos vemos el próximo año.