De Primeras Comuniones, farsas y creencias
La semana pasada celebrábamos el Jueves de la Ascensión, uno de los tres jueves que antaño, junto al del Corpus y el Jueves Santo, brillaban más que el sol y que, lo que ahora llamamos “los mercados”, hicieron perder su brillo y relegaron a la opacidad.
Antaño también era el día destinado a las Primeras Comuniones, actividad religiosa que se celebraba comunitariamente y que mantenía como eje esencial el sentido religioso. También “los mercados” acabaron con la fecha y con los sentidos comunitario y sacramental del acto. Ahora su carácter, en la mayoría de los casos, es más social que religioso; más de prestigio que de creencia; mas de lucir en sociedad al niño o la niña que de celebrar su carácter de sacramento y acercamiento a Dios. La Primera comunión han de hacerla los católicos practicantes, los que creen, los que, en el seno de la familia, se preparan para ello. No han de hacerla los que no son creyentes, los que no viven la iglesia, ni se acercan a ella ni, mucho menos, al resto de sus siete sacramentos, incluido el del matrimonio. Es un total absurdo casarse en el juzgado o el ayuntamiento, no bautizar al niño y llevarle con toda pompa a que realice la Primera Comunión. Totalmente libres y respetables son ambas opciones. Los creyentes comulgan, los no creyentes, no. Lo otro es engaño, cinismo y confundir lo religioso con lo social, o sea, el culo con las témporas.
Conozco familias que no mandan sus niños a Religión en la escuela porque están plenamente convencidas de que la enseñanza de aquella pertenece únicamente al ámbito personal y familiar, no debe estar en la escuela. Sin embargo, mandan a sus hijos a catequesis porque quieren que su formación sea católica. Y hacen la Primera Comunión. Postura lógica, libre y sin engaños. La postura contraria solo lleva a la farsa.
Y luego nos queda el coste. Según el estudio llevado a cabo por FUCI con datos de un centenar de establecimientos, el principal gasto de esta celebración es la comida que se ofrece a los invitados después de la ceremonia. El cubierto varía en función del restaurante y del menú elegido y se sitúa entre los 30 y los 50 euros mínimos por comensal. Es habitual regalar un obsequio, de forma análoga a lo que se hace en bodas y bautizos, y en función de lo que se trate su precio puede ir de los 3 o 4€ hasta cifras astronómicas. En cualquier caso, este será un importe que, al igual que con los cubiertos, deberemos multiplicar por el número de comensales.
También en los últimos años se había convertido en una costumbre contratar un animador infantil cuyo coste se ha reducido a unos 100 euros, pero este año se ha detectado un gran número de restaurantes que lo ofrecen como oferta en los banquetes de comunión.
En el capítulo de la vestimenta hay diferencias por sexo ya que mientras en el caso de los niños se pueden vestir por unos 80 euros, las niñas lo hacen por unos 130 euros de media. A este importe se suman los zapatos, complementos y peinado, lo que supone que el atuendo de un niño llegue a los 147 euros mientras el de las niñas sube a 229.
El reportaje fotográfico y de video viene a tener un coste de 230 euros de media. La media total del gasto puede establecerse en unos 1.800 euros, eso sí con una bajada de 17% sobre el pasado año y un 45 si se compara con el 2008.
Sea como fuere, un verdadero dispendio que muchas veces se cubre con créditos bancarios.
De la crónica emitida en Onda Cero Cangas el pasado día 13 de mayo