Paisano del año: José, de Casa Rafaela, en Bustoburniego ( Tineo)
José Antonio Rodríguez Vidal y Ángeles Bernardo Argüelles recibian ayer, domingo, en el Auditorio de Oviedo, los galardones de Paisano y Paisana del año 2013. El condecorado, más conocido por “José, de Casa Rafaela”, de 92 años de edad reside en Bustoburniego (Tineo). Mientras que la galardonada de 96 años proviene de San Román de Candamo.
En la previa ya les habíamos adelantado algo de José, hoy ampliamos esta información.
En la actualidad, José disfruta de su familia con Soledad y sus 4 hijos, dos mujeres y dos varones, que le han dado 8 nietos y 9 bisnietos. Es un hombre afable y de conversación amena, se define como “futbolero”, aunque no tenga un equipo preferido, o al menos eso dice, “lo que me gusta es ver jugar”. También ha sido jugador de bolos, sobre todo bolo celta, aunque también le tira la cuarteada, afición en la que le ha seguido su hijo Genaro.
José nació en Miño, en 1920, benjamín de una familia de 9 hermanos. En aquellos tiempos la gente trabajaba en el campo en una economía de subsistencia. En su casa se sembraba maíz, patatas, trigo, fabas y remolacha. En Miño, su pueblo, fue a la escuela, pues sus padres “siempre estuvieron muy interesados en que sus hijos tuvieran formación. A los 11 años, y desde Navelgas, se fue al convento de los dominicos en Caldas de Besaya.
Eran tiempos difíciles y no había “ni dinero, ni de dónde sacarlo”, por ello decidió aprender un oficio, y éste fue el de “madreñero”, para sacar algún dinero. Después vino la guerra, fue uno de los de “Quinta del Biberón”. A los 23 años se casó con Soledad Parrondo, un matrimonio que ya dura 70 años y se trasladó a Bustoburniego.
Ha sido y es José hombre emprendedor y con visión de futuro; cuando llegó al pueblo no había escuela, había 17 niños y con 10 ya tenían derecho a ella. Así que junto a sus vecinos tramitaron la solicitud y en sextaferia sacaron el proyecto adelante. Pasado el tiempo, otra fue la odisea para conseguir avances para el pueblo y la comarca. Ahora se trataba de conseguir la carretera que en ese momento sólo llegaba a Villatresmil. Entre todos los vecinos, escuadraron la carretera e hicieron la cuneta. A partir de aquí después llegó la apisonadora, y la carretera, que al principio era una pista, estaba conseguida y era una realidad.
La nueva carretera les permitía también incorporarse a nuevas formas y hábitos de trabajo, pues los camiones ya podían llegar a las casería y éstas podían entregar la leche, lo que poco a poco fue permitiendo el avance, la mejora y la ampliación de las explotaciones ganaderas.
También y con su habitual humildad nos cuenta José de la consecución en el pueblo, y siempre “con el trabajo en unión, como abanderado”, la ampliación de la traída de agua, o la importancia que tuvo en el mundo rural la concentración parcelaria.