Llueve en Extremadura, llueve en Berzocana
Llueve en Extremadura, llueve en Berzocana
Llueve en Extremadura. Llueve a mares y las perspectivas son todas distantes y distintas. Ha comenzado la Semana Santa aunque aquí, en mi pueblo, en Berzocana, en el corazón de las Villuercas, los hijos del exilio aún no han llegado. Apenas unos cuantos que miran el caer de la lluvia tras los cristales al abrigo de braseros y calefacciones acumulando sensaciones de desconcierto. Corren las canales, corren los regatos, los riachuelos y los ríos parecen mayores. Que raro, una Semana Santa sin sol.
Pasó el Domingo de Ramos. Atrás quedó un domingo pasado por agua, sin palmas y sin sol. Una procesión muy corta, a carreras, sin solemnidades . Sin las puertas cerradas de la iglesia esperando la llegada del sacerdote y los fieles entonando el “Pueri hebreorum portantent ramus olivarum….” y a que unos golpes dados sobre aquellas por la gran palma que portaba el sacerdote diera la señas a los monaguillos para que estos procediesen a su apertura y entrase en el templo la procesión. Pero sí hubo estrenos, especialmente entre los más pequeños, y ramos de olivos, ramos de todos los tamaños verdes de lluvia acumulada en el campo y sobre los paraguas.
Corre el agua por las calles y caminos. Hace más de cincuenta años que no estaba en el pueblo por estas fechas. Había perdido la referencia de la lluvia en los campos, en las fuentes rebosantes, en los cercados y olivares encharcados pletóricos de verdes y en los que las ovejas ponen manchas de blanco algodón. Tan solo se escucha el golpear del agua en mi paraguas y el gorgotear de la misma al golpear contra alguna piedra del camino; algún valido y algún que otro trino de pájaro lejano. Mi perra, Raisa, que ya ha dejado atrás el otoño de su vida, corretea feliz entre hierbas y regatillos. Al contrario que en el verano en este viaje ha encontrado en los caminos berzocaniegos los verdes de su Asturias natal.
Hoy es miércoles. Llovió todo el día de ayer, toda la noche y casi todo el día de hoy. De vez en cuando, las negros nubarrones se abre y quieren dejar pasar algún rayo de sol, pero enseguida se cierran y vuelve la lluvia, fuerte, abierta, incluso ventosa.
No importa. Maribel, Raisa yo decidimos ir hasta la ermita de la Concepción por la pista de tierra que bordea el pueblo y que mis paisanos denominan con gran guasa la M-50. A la latura d ela Fuente de las Carretas debemos meter hasta el tobillo en el agua para porder pasar, el regato cercano salta sobre la pared con fuerza en un gran chorro inundando todoel camino. Más adelante, paredes caídas, grandes charcos, regatos, fuentes, regatillos, escorrentías…. y verdes, muchos verdes por doquier.
Bajamos hasta la Puente Mohea (pronúnciese la h profundamente aspirada). Los petriles están renovados y firmes. El agua baja turbia, con fuerza. Curiosamente, una alambrada bajo el arco central traza una imaginaria barrera a la libertada de las aguas colocada por la ingenuidad del hombre. Desde lo más profundo de los encinares negros nubarrones avanzan amenazantes. Iniciamos la vuelta resoplando cuenta arriba. Nos alcanza la lluvia. No importa. Para Maribel nuevas sensaciones en unas tierras que nunca ha visto tan ubérrimas de aguas y verdes.Para m´nostalgias, olores y sensaciones perdidas.
Atardece. Los hijos de la emigración comienzan a llegar. Mañana es Jueves Santo. En estos días dejaré el teclado y me sumergiré en mi mismo, en mi hoy y en mi ayer berzocaniego