De primeras comuniones a mini bodas
Hemos convertido un acto íntimo y vivencial en signo de ostentación cuando no en una gran mentira
Inmersos en plena época de Primeras Comuniones, y también de crisis, no acabo de entender como una familia puede gastar tanto dinero en un acto que, en su esencia, es eminentemente religioso y, sobre todo vivencial. Nosotros lo hemos convertido, no ya en un acto social, sino de ostentación y lujo, todo lo contrario que entraña su significado cristiano. El acto de acudir a comulgar es totalmente voluntario, de creencia religiosa y de fe. Una familia que no cree o no practica la religión católica, no debe escenificar una gran mentira, simplemente por no ser menos que los vecinos.
Ítem más. De aquellas comuniones de chocolate parroquial y comunitario hemos pasado sin escrúpulo alguno al despilfarro, incluso con endeudamiento, por el aquel de la ostentación y el seguimiento de las consignas consumistas. ¡Faltaría más!, ¡no van a ser mis hijos menos que los de la Maruja!, se argumenta como razón de máximo peso.
Según un estudio de la OCU, el coste de una primera comunión asciende hasta los 3.600 euros y puede llegar a la friolera de 6.000 en función del número de invitados. No es una boda, desde luego, pero se le acerca. Vestido, zapatos, tocado, peluquería, banquete, fotos, vídeo, recordatorios… Más que organizar una Primera Comunión, muchas familias se plantean celebrar una “mini-boda”. Además, a diferencia de éstas, ni siquiera queda la esperanza de “recuperar”, con los regalos de los invitados, parte del dinero gastado. Los regalos, aun siendo dinero, deben ser para los niños. Para los invitados, cada vez más, tampoco es una bicoca una invitación a estos actos. Los regalos, lo sencillos y educativos casi no existen, están ya fuera de toda norma y consejo. La acumulación de aparatos electrónicos pueden llegar a ser más que perjudiciales.
Se ha logrado que los niños estén más pendientes de lo accesorio que de lo que el acto de comulgar representa en sí mismo. Las niñas ven en este día la ocasión perfecta de convertirse en “princesas por un día” y, por eso, no escatiman en detalles. La variedad de modelos y la calidad de las telas determinan el precio, que suele oscilar entre 300 y 500 euros. Para los niños, los gastos en traje pueden estar entre 120 y 400, dependiendo del modelo. Marinero o almirante son los típicos. Además, hacen falta calcetines, guantes, corbata, camisa, cinturón, cordón, bolso y tocado para las más coquetas, y, a veces, Biblia y rosario. No podemos tampoco olvidarnos del “modelito” de los familiares más cercanos que puede suponer un gasto de 1.000 euros.
Añadan recordatorios, obsequios para los invitados y, en algunos casos, reportajes de fotos y vídeo y calculen.
Y luego el banquete. En este punto, las calculadoras ya echan humo. Hay que comparar precios, pero los menús suelen oscilar entre los 40 y los 120 euros con aperitivos, entrantes, marisco, dos platos y tarta de Primera Comunión. Vamos, casi un banquete nupcial. Y cada vez más se ponen en marcha actividades programadas para alargar las sobremesas de los padres y entretener a los niños: magos, payasos, hinchables, mini-discos… todo muy divertido pero un extra más a añadir a la factura
Bueno será que pongamos cada cosas en su sitio y huyamos de las imposiciones sociales y comerciales que nos fuerzan a convertir este acto íntimo en un acontecimiento social… y carísimo. ¿O no lo ve usted así?