CANGAS DEL NARCEA.-Ayer falté físicamente al primer día de novena

El sol ya se abría sobre mi terraza ovetense. Me llegaron nítidas las siete campanadas  del de la Escandalera en el edificio de la antigua Caja de Ahorros de Asturias.

Fotos: I. Morodo

Siete de julio. Por primera vez desde mi llegada a Cangas no estoy en la villa en un día como hoy, un día en el que, dicen, se celebra también San Fermín, pero que para nosotros, esencialmente, es el primer día de la  novena a la Virgen del Carmen.

Un día cargado de recuerdos, tradiciones, fe, costumbres y ritos, que ha venido estableciendo un pueblo y que han terminado definiendo al propio pueblo que los inició. Allá desde 1.973 han sido muchas las crónicas que sobre este primer día de novena he escrito para unos y otros medios. Y algunos relatos, relatos ambientados en esos momentos del rito religioso mañanero y en los que inevitablemente el día se inicia con la niebla dejándose caer desde Santa Marina luchando con el sol que intenta abrirse camino por el Este. Los rezos más allá del puente, los charloteos y saludos animosos de las mujeres caminando apresuradas hacia la capilla, el andar pausado de algún que otro hombre, los menos; el jolgorio de los pájaros y el brillar del verde del Prao del Molín salpicado aún del rocío mañanero.

Todo ello como sí el día se repitiese a sí mismo año tras año debió de repetirse ayer mientras yo divagaba sobre ello aún en la cama en la que mi cuerpo permanecía pero no así mi espíritu que bajaba animoso por el Paseo al encuentro de Maribel y sus amigas que, tras la novena, acudían a desayunar a uno u otro lugar en matutino encuentro de comentarios, dimes y diretes sobre las fiestas que llegaban o lo que fuere menester.

Y también como cada año, la villa canguesa cambia su cara y sus haceres y todo se impregna del agobio del hacer festivo. Y llegan los cangueses de la emigración que llenan todos los rincones. Y los más jóvenes dejan sentir su ímpetu en anocheceres y amaneceres. Y también algunos gamberros, aprovechando el número y la nocturnidad, aprovechan también su incivismo  para causar destrozos en los que es de todos como ocurrió en el Prao del Molín. Miserable manera de comportarse y de iniciar las fiestas.

Y así, tras la primera llamada del campanín de Ambasaguas iniciemos todos juntos y en armonía el camino que nos llevará hasta la tarde del 16.

Desde Oviedo, feliz jornada.

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R. Mera